Un país asfixiado por el avance del desierto y la sequía
La sequía que padece Mauritania desde hace 10 años ha hecho desaparecer prácticamente y de forma irreversible la agricultura y la ganadería de un país. La inmensa mayoría de los productos básicos debe ser importada. La implicación de Mauritania en el conflicto saharaui, a través del que aspira a conseguir una mayor neutralidad, dificulta que las autoridades de Nuakchot se vuelquen hacia sus graves problemas internos. Un enviado especial de EL PAIS visitó Mauritania recientemente y ha elaborado este informe.
El jiriya es un viento procedente del Norte que sopla todos los años por esta época para anunciar la llegada del invierno en Mauritania. Cuando sopla fuerte, como en estos primeros días del golpe, Nuakchot queda envuelta en una nube de arena que convierte en masas difusas a los edificios, las personas y el ganado que habitualmente vivaquea en las calles de la capital.Vista desde el aire, Nuakchot, una ciudad pensada para 30.000 habitantes que cuenta ahora con medio millón -la cuarta parte de toda la población de Mauritania-, ofrece un espectáculo dantesco, como ciudad que quisiera engullir el desierto, que gana espacio todos los días.
Toda esa población nómada que vino a recalar en las afueras de Nuakchot huyendo de la sequía y del avance del desierto ha instalado sus jaimas en plena arena y ha perdido su ganado con la desaparición de los pastos. La sequía es tal que Mauritania sólo produce en la actualidad unas 15.000 toneladas de cereales: el déficit se eleva este año a 140.000 toneladas. La desertización del país es tal, después de 10 años ininterrumpidos de pertinaz -sequía, que los dirigentes mauritanos reconocen que ya no existe prácticamente agricultura en Mauritania y, lo que es peor, que eso ya es irreversible.
Los productos agrícolas que se consumen -que consumen los extranjeros y algunos rnaurítanos ricos- vienen casi todos de Canarias, pero, curiosamente, después de un largo recorrido que pasa por París antes de llegar a Nuakchot.
El kilo de tomate canario cuesta en Nuákchot 800 pesetas; una lechuga, 200 pesetas, y así todo por el estilo.
Con una deuda exterior de 1.400 millones de dólares (238.000 millones de pesetas, aproximadamente), unas exportaciones que sólo cubren el 20% de las importaciones, un déficit presupuestario crónico que Arabia Saudí cubría por sí sola en un 30% hasta que suspendió esa ayuda después del distanciamiento mauritano de Marruecos, Mauritania tiene que hacer frente a la receta del Fondo Monetario Internacional (FMI), que es igual para todos los países en apuros: devaluación de la moneda nacional, libertad de precios, disminución del gasto público, énfasis en el sector privado.
Cuatro golpes de Estado desde 1978, todos ellos para sacar a Mauritania de la guerra del Sáhara occidental, no sólo no lograron sus objetivos, sino que cada uno de ellos dejó a Mauritania más alineada aún con uno u otro contrincante del conflicto.
Aunque los argelinos no parecen . gozar de ninguna simpatía especial en Mauritania, marroquíes y polisarios sí tienen sus adeptos apasionados. A ambos, más que a nadie, teme el régimen mauritano. La influencia actual de Argelia se explica porque, al fin y al cabo, las armas argelinas y los pactos con Argel parecieron a Nuakchot más concretos para salvaguardar su integridad de un eventual ataque marroquí que las garantías francesas.
Los mauritanos parecen entender hoy que Marruecos, tarde o temprano, tendrá que negociar con el Frente Polisario. Pero es indudable que la perspectiva de una guerra entre Argelia y Marruecos preocupa sobremanera en la capital mauritana, por el convencimiento de que en esa eventualidad Mauritania le vería inevitablemente envuelta en ella, y por eso desearían ahora una mayor equidistancia.
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