El Gobierno italiano presenta un nuevo decreto sobre las televisiones privadas
El Consejo de Ministros, tras seis horas de duro debate, resolvió el miércoles el problema de las televisiones privadas de Silvio Berlusconi, que habían sido cerradas el lunes pasado por orden de los magistrados de Turín y del Lazio. Lo ha hecho con un nuevo decreto ley muy distinto del que rechazó el Parlamento días atrás. Aquél había sido aprobado - en 24 horas por el Gobierno y se refería sólo a las televisiones de Berlusconi. El Parlamento lo consideró como un regalo hecho por Bettino Craxi a las televisiones privadas de un empresario al que se considera filosocialista y echó abajo el decreto.
Esta vez el nuevo decreto es, en realidad, una parte del nuevo proyecto de ley general que lleva como nombre el del Sistema y que el ministerio de Correos y Telecomunicaciones acaba de presentar al examen de los partidos.En dicho decreto, que tiene una vigencia de seis meses en espera de la reforma completa del sistema radiotelevisivo, se distinguen tres niveles: el de la RAI-TV o servicio público, el de las televisiones privadas con permiso para transmitir a nivel nacional y el de las televisiones locales. Por lo que se refiere a las televisiones privadas se prevé que deberán dedicar por Io menos el 25% del tiempo de las transmisiones a la producción nacional o de la Comunidad Europea, deberán evitarse soluciones de monopolio y oligopolio y se anuncia un censo de todas las televisiones y radios libres del país que son un verdadero bosque que pocos conocen, ya que la mayor parte son piratas o ilegales.
También entran en el decreto ley las nuevas normas para el nombramiento del Consejo de Administración de la RAI y de los puestos del presidente del Consejo de Administración que serán nombrados por los miembros del Consejo.
Este decreto ley no debería crear problemas en el Parlamento ya que puede satisfacer a todos: por un lado se sanciona el final del monopolio de la RAI-TV, a nivel nacional, cosa que acepta hasta la oposición comunista; por otro, se reglamenta de una vez la anarquía actual de la televisión privada que ha permitido a Berlusconi hacerse prácticamente con el monopolio de las transmisiones privadas.
Al mismo tiempo pone por fin orden al caos en el que se halla la RAI-TV que desde hace casi un año no consigue renovar su consejo de administración mientras los trabajadores de la empresa viven en un estado general de gran malhumor y frustración, viendo cómo los mejores profesionales acaban siendo contratados, con sueldos mucho más halagüeños, por el reino de Berlusconi.
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