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En ese momento llega el rayo

Juan Cruz

, Guelbenzu habla con mucha seguridad de su estilo, y quien le viera caminando por la calle, esquivando el saludo castellano y ampuloso, creería que el escritor sería más dubitativo en este extremo. No lo es: "Llega el momento en que el novelista llega a la madurez suficiente como para sacar al lenguaje el partido que quiera". En su literatura hay una tensión que se mantiene, y que es la que contribuye a pensar que Guelbenzu hace su propio retrato. "Ocurre que yo defino sentimientos. Mi teoría es la del almacén de memorias. Un creador va almacenando toda clase de sensaciones en su memoria, y cuan do necesita una determinada pide a la memoria y ésta le envía el clima que precisa. No es un almacén ordenado, sino magmático, y cuando el clima te llega a la punta de los dedos ahí está el lenguaje preparado para transmitirlo y ahí está el esfuerzo del escritor".

¿Qué le pone a escribir?. "Me pone a escribir una idea poética. Tú tienes una concepción del mundo y del ser humano dentro del mundo, y hay un momento en que surge lo que yo llamo una idea poética que es capaz de asu mir esa concepción: es cuando te alcanza el rayo, y empiezas a estudiar el modo de convertirlo en literatura".

Llegar a los 40 años. "Para mí es una sensación de seguridad, de firmeza. Yo también he tenido un sentido de la vida como algo que se va construyendo, y hasta te diría que me ha hecho especial ilusión llegar a los 40 años, una edad de la que tenía una imagen muy optimista desde hace mucho tiempo. Espero sentirme aún mejor cuando sea mucho mayor. Siempre he tenido admiración preferente por personas de mucha edad dotadas de una buena cabeza. El símbolo de esa adoración personal podría ser Russell, aquella venerable cabeza".

León, el personaje de El esperado, es un hombre al que le asalta el miedo, un hijo del siglo al que le aterra la noche. Gracias a los 40 años, parece ser, Guelbenzu no se parece nada a su personaje de ficción, y sólo tiene los miedos solemnes, los naturales. "En un siglo tan desdichado como éste, que es el más feroz de la humanidad, el miedo a la violencia en todas sus formas es el más aterrador; quizá sea ese el único miedo que tengo, porque al no tener miedo de mí mismo me quito muchos temores".

Así que el autor de El esperado se mira al espejo y no vuelve la cabeza. "Yo creo que lo que sí he desarrollado es un sistema de vasos comunicantes que me permiten estar en una situación de armonía, con lo cual creo que soy más equilibrado que tímido". La fama le ha atribuido lo segundo. Él se viste -de marrón claro, so briamente- como para ser la síntesis de su propia definición. Le falta el paraguas inglés.

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