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Mitterrand, en Damasco

( ... ) De su breve viaje a Siria, Mitterrand regresa en el papel de gentil tañedor de laúd. Pero Hafez el Assad se reservó otra función más halagadora y más eficaz en el drama de guerra y paz que se juega en Oriente Próximo. (...)En su discurso, Mitterrand no mencionó a Israel más que una sola vez: para anunciar que la presencia militar al sur de Líbano debía finalizar, sin que se sepa si esto era un deseo o una constatación. Por el contrario, aseguró al presidente sirio la importancia decisiva de Siria y de su líder. En el fondo, las cosas hubiesen podido quedar ahí, y despedirse cortésmente constatando el desacuerdo.(...)

Sin embargo, la delegación francesa prestó mucha atención a las cuatro horas y media de diálogo entre los dos presidentes. (...) La duración de esas conversaciones ¿no significa la confesión de grandes divergencias? Tres problemas habían quedado planteados: el problema de Líbano, el acuerdo árabe-israelí y el conflicto Irán-Irak. Un funcionario declaraba: "Las contradicciones subsisten, pero se han hecho progresos en la comprensión de las tesis recíprocas". (...)

Los franceses alegan que cada país ha reconocido al otro un papel y una influencia en Oriente Próximo. ¡Sería el colmo si Siria se ve confirmada en su empleo de tutor armado y Francia se contenta con el de amable protector de las letras y de las artes! Señalar la fuerza de la posición geoestratégica de la primera y las tradiciones culturales de la segunda parece confirmar esta impresión.

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1 de diciembre

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