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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Arafat, de nuevo

SERÍA INJUSTO no admirar la capacidad de Yasir Arafat para sobreponerse a las situaciones más angustiosas y difíciles. Jefe de un Estado palestino sin existencia real, simple proyecto de futuro, y de unas fuerzas militares que hoy en su mayoría escapan a su mando en territorios controlados por Siria, o están desarmadas y dispersas, Arafat logra no obstante situarse en el primer plano de la actualidad mundial, reunir en torno a sí a delegaciones de la mayor parte del mundo árabe y reafirmar su papel como representante de la resistencia palestina. La reunión en Amman del Consejo Nacional Palestino (CNP) significa un éxito indudable. Arafat ha sufrido en los últimos tiempos una erosión permanente de su autoridad. En el seno de la OLP, además de la escisión movida por Damasco, otros sectores discuten su derecho a seguir ostentando la dirección. Era, pues, obligado para Arafat someterse a un refrendo del CNP, que cumple el papel de un Parlamento en el exilio de la nación palestina. Pero su convocatoria implicaba un riesgo no pequeño: una coincidencia de las oposiciones prosirias y de sectores más o menos disgustados hubiese podido impedir el quórum legalmente requerido. No ha sido así, a pesar de ausencias importantes. Yasir Arafat cosecha con ello un resultado cuyo alcance y significado político no cabe disminuir. Si bien hace falta recordar que la representatividad de los miembros del CNP -sin elecciones posibles- es relativa. Más que el número, cuenta el acuerdo entre los sectores de mayor influencia. En ese orden, las consecuencias del enfrentamiento sirio, que ha provocado a la vez distanciamientos de sectores marxistas, no son despreciables. La reunión de Amman ofrecía, en cambio, ventajas muy sustanciales. Primero, el símbolo del retorno de la OLP, no ya a su antigua sede, sino a un país-frontera con los territorios palestinos ocupados militarmente por Israel. Las manifestaciones en estos territorios de solidaridad con la OLP han sido importantes y tendrán impacto en el debate político interno. En realidad, el apoyo de estas poblaciones que sufren directamente la dominación israelí es hoy el principal apoyo para la política moderada, posibilista, orientada a la negociación que Arafat, superando pasados radicalismos, propugna en la actualidad.El momento más importante de la reunión del CNP ha sido el discurso del rey de Jordania, que ha plasmado las condiciones de una solución moderada susceptible de lograr que, en último extremo, Estados Unidos y el laborismo israelí se decidan a negociar. Hussein ha colocado en primer plano la cooperación jordano-palestino, con un matiz nuevo y sustancial: la afirmación neta de que palestinos y jordanos se sentarán juntos en la mesa de negociación. El segundo punto del discurso se refiere a la resolución 242 de la ONU como el marco necesario de la eventual negociación. Para la OLP, aprobar sin más este punto no ofrece dificultades insuperables, sobre todo porque deja en un terreno ambiguo la cuestión decisiva de la creación de un Estado palestino. El interés de Arafat es no comprometerse de modo excesivo, pero a la vez estimular al rey Hussein a avanzar por ese camino en la búsqueda de resultados concretos. Con la reunión de Amman, no cabe duda que la OLP refuerza su anclaje en el ala derecha del mundo árabe; tendencia evidente sobre todo desde la reconciliación con Egipto. Pero la propuesta del rey Hussein tiene otra componente fundamental, y que la Organización de Liberación Palestina apoya sin reticencias: la celebración de una conferencia internacional sobre el Oriente Próximo, convocada por la ONU y con la participación de todos los miembros permanentes de su Consejo de Seguridad. Es una fórmula particularmente grata para la URSS, y cuenta asimismo con el apoyo, en reiteradas ocasiones, de los principales países de Europa occidental. El marco de Amman permite combinar una orientación básicamente moderada y negociadora con el reforzamiento de una plataforma común con la Unión Soviética y otros sectores radicales.

El talón de Aquiles de esta recuperación de la OLP está en la actitud de Siria. En este período, y en gran medida como consecuencia del enorme error de Israel al agredir a Líbano, Siria desempeña en el Oriente Próximo un creciente papel. Ejerce sobre el Gobierno de Beirut algo parecido a un protectorado. Que Arafat rechazase las pretensiones sirias de manejar la OLP enaltecía sin duda su figura de político independiente. Pero precisamente para que una política de negociación cobre un mínimo de realismo es indispensable un cambio en la correlación de fuerzas que pueda presionar y hacer reflexionar, dentro de la intransigencia israelí, a los sectores más flexibles e inteligentes. En esa correlación de fuerzas, Siria es una realidad de primer plano. La reunión de Amman significa un nuevo impulso para la OLP; pero los obstáculos en su camino siguen siendo enormes.

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