¡Ay, aquel 'burlesque'!
Existen también en otras cinematografías algunos esporádicos intentos de recuperar las tradiciones del viejo género llamado burlesque, en recuerdo de los hermanos Marx, de Buster Keaton, de Stan Laurel y Oliver Hardy, de Harold Lloyd o de Chalie Chaplin, pero el general fracaso de estos empeños suele convertir a cada uno de estos intentos en novedad.El director de cine español. Fernando de Bran, en este su primer largometraje, hace continuas referencias verbales al genio de aquellos grandes cómicos, pero en realidad no consigue imitarlos. Un día en el triángulo es una película que se sucede en la pantalla como un disparate gratuito, carente de conexión con los distintos talantes que animaron en su tiempo a aquellos cómicos.
Un día en el triángulo
Guión y dirección: Fernando de Bran. Fotografía: Federico Ribes. Música Eduardo Bort. Intérpretes: Berenguela Parres, José Vidal y Fernando de Bran. Comedia. Española, 1983. Local de estreno: Torre de Madrid 1.
El director de la película repite un viejo esquema de sainete (la historia de un marido vago y de una esposa que trabaja y que sufre) al que añade el también viejo ingrediente de un tercer personaje que entra en liza triangulando la situación, "el que llega", con el que la pareja acaba formando un trío amoroso.
Situaciones sin gracia
La breve acción -tan mal interpretada en su tono circense que recuerda a los espectáculos estudiantiles de fin de curso- se expone en un decorado extravagante (dentro de la casa hay señales de tráfico, varias máquinas lavadoras, un automovil al que han convertido en cama...), mediante grandes angulares en la cámara, con colores chillones e intensos y una serie de situaciones alargadas y sin gracia, en las que el ritmo de la comedia da paso a dispersas lagunas sin que los espectadores encontremos para ellas un objetivo comprensible.Los productores del filme quisieron acortarlo para su exhibición pública, pero Fernando de Bran, tal como manifestó la noche del estreno, ha logrado mostrar la versión íntegra. En ese sentido, es plausible su actitud, pero sensibilizarse con Un día en el triángulo no depende de la cantidad de secuencias.
El concepto mismo de la película, su, para mí, intransferible sentido del humor (aunque algunos espectadores se rieran eventualmente en algunos momentos de la proyección) y su personal utilización del tiempo y de los actores, son lo que determinan, en su totalidad, el rechazo o posible aplauso. Desde luego, es un filme infrecuente, inaudito.
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