Escasa y antigua orquesta
Cualquier clásico comediógrafo del cine de los años treinta hubiera contado con la situación general de Violines y trompetas para desarrollar sólo la primera secuencia. A partir de ahí hubiera conducido a ese trío protagonista (un marido que vive solo mientras su esposa mantiene un largo romance con el mejor amigo de ambos) por los caminos de la sorpresa, de la risa o de la denuncia. En cualquier caso y sin necesidad de remitirse a Lubitsch, sorprende que cincuenta años después de las grandes lecciones de la comedia se mantenga aún como situación lo que no es más que el punto de partida de un enredo.Respetando en demasía los largos y monocordes diálogos de la pareja de hombres que formaron la base de la obra teatral en que Violines y trompetas se basa, esta película propone discurso donde falta dinamismo, simples chistes donde debía actuar el ingenio, obviedad donde falta sutileza y, en todo caso, tal falta de correspondencia con la época en que vivimos que puede hasta dudarse de ella. Cuanto aparece en la pantalla recuerda aquellas comedias de salón de los años cuarenta, cuando el teatro español debía conformarse con insinuación de vodevil sirviendo sólo lo que a un público burgués podía interesarle. Es un filme tan chato que parece surgir de un túnel del tiempo, muy especialmente ahora cuando a las ofertas medias del cine español cabe exigirles mayor imaginación.
Violines y trompetas
Director: Rafael Romero Marchent. Guión: Santiago Moncada. Fotografía: Domingo Solano. Intérpretes: Jesús Puente, José Luis López Vázquez, Yolanda Farr, Sonia Martínez, Aurora Redondo. Comedia. Española, 1984.Locales de estreno: Real Cinema, Candilejas, Carlton, Europa.
Evitar las muecas
Puente y López Vázquez evitan las muecas que parecerían lógicas en un guión destinado a que los actores luzcan sus guiños cómicos. Se les debe agradecer tal empeño, aunque no eviten el desinterés del espectador por la vieja situación que interpretan. Que se enamoren o vivan compungidos, que suelten algún taco o se refocilen con sus pupilas, se sigue mirando furtivamente el reloj. Acabado en su origen, el filme se desarrolla en feos decorados, con pobres trajes y sin impronta creativa. A un texto tan débil se añade escasa ayuda.
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