El símbolo más representativo de Herri Batasuna
Los pistoleros que asesinaron a Santi Brouard ignoraban probablemente que habían elegido como víctima a uno de los ciudadanos del país vasco capaz de suscitar una amplia y heterogénea solidaridad. Brouard era, en particular, desde la desaparición de Monzón, el símbolo más representativo de la corriente política que recoge la adhesión del 14% de los electores vascos. Pero no sólo eso.Futbolista de gran clase en su juventud -el Barcelona quiso ficharlo a comienzos de los cuarenta-, aficionado al deporte de la pelota, viejo activista en favor de la lengua vasca y, sobre todo, uno de los pediatras de más prestigio de Bilbao, Santiago Brouard era una persona conocidísima y muy querida en la ciudad. Miles de bilbaínos, cuya infancia se desarrolló a lo largo de los últimos 35 años, le han llamado cariñosamente "el tío Santi", costumbre transmitida de padres a hijos, independientemente de que la política, o la vida, hubiera dado posteriores motivos para el distanciamiento.
En las elecciones de 1977, figuró como tercer candidato por Vizcaya en las listas de Euskadiko Ezkerra -una EE, cierto es, muy diferente de la actual- El PNV le había ofrecido poco antes integrarse en sus listas para esas mismas elecciones. Para entonces, las ideas políticas del médico bilbaíno eran bastante más radicales que las del partido de Arzallus.
Colaboró en organismos de solidaridad con presos y exiliados, y acogió en su casa a personas perseguidas por la dictadura. Así entró en contacto con gente de ETA de aquella época. Prestó ayuda a un activista que había resultado herido, motivo por el que tuvo que exiliarse. Años después, declararía que lo mismo hubiera hecho con cualquier otra persona perseguida, de cualquier ideología, que hubiera llegado a su consulta solicitando su ayuda. Su radicalización se produjo en el exilio, donde permaneció entre 1973 y 1976.
Quizás el elogio más emotivo que se rindió ayer a Santi Brouard corrió a cargo de su amigo y ex compañero de corporación en el ayuntamiento bilbaíno, el médico socialista Pedro López Merino. Y, quizás, el mayor insulto a su memoria fue el protagonizado por los neoabertzales que destrozaron ayer en Guecho un bar propiedad de Xabier lzko, ex militante de ETA condenado a muerte en el proceso de Burgos, miembro actualmente de Euskadiko Ezkerra.
Brouard era presidente del partido HASI, columna vertebral de HB. En el debate interno de esta coalición, HASI representa las posturas más radicales y, para simplificar, más reticentes a la negociación. Sin embargo, por su talante personal, conciliador por naturaleza, que se expresaba incluso en el ademán demorado con que acompañaba sus palabras -a los niños que atendía en su consulta o a los jóvenes que le escuchaban en un mitin- Brouard era probablemente el hombre de la negociación. No es casual su entrevista, en julio pasado, con el embajador francés en Madrid. La experiencia ha demostrado que la negociación, si un día se produce, será obra, no de los menos firmes en sus convicciones, sino de quienes, por radicales que sean sus ideas, sean capaces de escuchar las de los demás. Brouard sabía escuchar.
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