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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La polifonía española y británica, en las voces del Coro Nacional

Ciclo de Cámara y Polifonía.Coro Nacional.

Director: Sabas Calvillo.

Obras de Victoria, Guerrero, Elgar y Britten.

Teatro Real. 20 de noviembre.

La polifonía española del mil quinientos -representada por Victoria y Guerrero-, y la británica del mil novecientos -con Elgar y Britten-, sonaron en el Teatro Real a lo largo del concierto dirigido el martes al Coro Nacional por su maestro titular, Sabas Calvillo. Y sonaron en sus diversos valores expresivos con tanta belleza, equilibrio y nobleza de acentos como para arrancar largas ovaciones a la amplia concurrencia.

En sus notas del programa, perfectas de fondo y forma, Carlos José Costas sintetiza algunos puntos de vista característicos de las musicologías francesa y española a la hora de referirse a Víctoria o Francisco Guerrero como creadores paralelos de los pintores Zurbarán, Ribera o Murillo. Habría que añadir la gran imaginería hispánica para comprender todo el sentido dramático, el contraste de luces y tonos (humanos y divinos a la vez) que alberga la obra de Victoria. Frente a ella, la de Guerrero, en sus cantares o villanescas espirituales, aparece, en su hermosura, como un misticismo de todos los días. Por el contrario, el del abulense, casi siempre, y desde luego en el motete O magnum mysterium y la misa que parte de él, se alza con fuerza de acontecimiento. Resaltar sin abultamiento ni cortedad, con nobleza, claridad y fuerte expresión esos hondos valores constituyó un triunfo para Sabas Calvillo y el Coro Nacional en adecuada formación reducida.

No son cosa habitual los pentagramas británicos de nuestro siglo, y menos aún los corales. De ahí el interés con que escuchamos las cinco canciones de Elgar (op. 71, 72 y 73) y las admirables páginas de Benjamín Britten. Creo que en el enfrentamiento salió perdiendo el autor de El sueño de Geroncio, sir Edward Elgar (1857-1934).

Su escritura, sencilla, bien trazada, responde a un romantícismo rezagado y convencional que tanto sirve para musicalizar la espiritualidad del galés Henry Vaughan (1621-1695) que para cantar el dramatismo plástico del ochocentista petersburgués Apollon Nikolaevitch Maikov.

Benjamín Britten (1913-1976), hombre de otra generación y distinta actitud, de sensibilidad refinada y técnica puntual, a través de la cual el compositor decía exactamente aquello que se proponía, asume y trasciende en sus coros los viejos himnos y cantos religiosos de los siglos XII, XIII y XIV. Ni por un momento hizo arqueología más o menos imaginaria. Simplemente se expresó con propiedad, seguro de los valores de los versos y de sus propios sentimientos.

El resultado es una polifonía moderna comparable a la de Poulenc, transparente, de magnífica andadura y emocionante belleza. Pequeñas joyas como The shower (El aguacero) se olvidan difícilmente. Ampliado el coro hasta casi 60 voces, el director Calvillo las fundió con naturalidad para someterlas a un máximo imperativo: la calidad musical.

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