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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Auditar a Franco

Decididamente, está de moda esto de pasar las cuentas al franquismo, a su comportamiento económico. Y barrunto que lo seguirá estando, aunque más para los primeros veinte años de corporativismo sui generú que para los más pautados 60-75. Bienvenido el esfuerzo, puesto que hay aún muchos interrogantes abiertos y, ¡oh terror!, centrales. La documentación, los archivos y las estadísticas no fueron una de las debilidades del régimen, proclive más bien a borrar el sendero de los hechos: el señor Fermín Sanz Orrio, a la sazón presidente del Consejo de Economía, declaraba en plenos años sesenta que "la estadística es cosa más bien de comunistas".Uno de los puntos que habría de precisar es el de en qué sentido hubo una verdadera opción industrializadora ya en los años cuarenta, como parece defender Ángel Viñas (para mí es, claramente, una toma de camino que tuvo lugar en los primeros años cincuenta). El INI, fundado con cincuenta millones de pesetas, era muy poca cosa. Está claro que desde Madrid o Puertollano se notaba su presencia. Pero desde donde estaba la industria heredada -Cataluña, País Vasco, País Valenciano- era patente el estancamiento total, desde luego, compatible con la especulación malthusiana. Hay que recordar siempre que cuando Fabiá Estapé planteó el plan algo donero para la industria en 1962, su inventario de maquinaria se situaba entre 1890 y 1933, y algo en los años cincuenta, como origen de la maquinaria de los equipos.

Otro distribuidor tan decisivo como poco dilucidado es el del origen de la acumulación y su destino, sectorial o funcional. Las rentas extraordinarias del campo, siempre presente en los circuitos negros, ¿a dónde se dirigieron? O el ingente capital especulativo, ¿tenía conexión posterior con industria o finanzas? No cabe duda de que se mantenía soterrado, ya que, en otros casos, no podrían explicarse los niveles de inversión productiva de los primeros sesenta. O ¿cuál era, en realidad, el circuito de financiación de construcción y adquisición de suelo?

Los ricos de Abastecimientos

Otro mecanismo, muy poco conocido seriamente, es el del poder económico, repartido entre el Gobierno, la Comisaría de Abastecimientos -todos sus altos cargos son ahora ricos-, el Consejo Superior Bancario o el Consejo de Economía Nacional... Había un principio retributivo en el sentido de que tener una buena ficha del Movimiento abría muchas puertas. Pero todo el entresijo, que incluye la compra de muchos azules, progresivamente dispuestos a olvidar toda revolución pendiente, no ha sido explorado suficientemente por los investigadores. Dada la precariedad de las fuentes escritas, hay que apelar a la tradición oral.

Sirvan estos ejemplos centrales para poner de relieve que queda mucho por conocer sobre los designios sociales de los primeros veinte años de caudillaje sobre la economía española.

¿Y las ideas económicas? Viñas reclama atención a los mimetismos del fascismo económico que uno contribuyó a airear hace más de diez años. Las voces de los economistas no interesaban. Si no tenían la filiación tan libre de sospecha como Larraz, Carceller, Robert o Paris Eguilaz, un hacendista, un comerciante, un ingeniero y un médico. Por cierto, sus opiniones podían ser tildadas prontamente de liberales o de poco patrióticas, más contundentemente de materialistas.

Dejando aparte el exilio y los informes clandestinos, el gran valor de lo ocurrido en los primeros años cincuenta es que economistas con licencia, si bien no con patente de corso, empezaron a hacer y publicar balances de los años transcurridos de la economía franquista. Me refiero a Naharro Mora, Fuentes Quintana, Sampedro y Velarde, principalmente. Los nuevos ejes de crítica conducen la opinión, al menos la profesional, hacia las grandes reformas en el umbral de los años sesenta.

Sobre éstas, si bien es cierto que harto manoseadas por todos nosotros -una vez que pasa algo... siempre puedes llenar tres clases-, cabe subrayar dos cuestiones abiertas. Una es por qué, exactamente, Franco desoyó la globalidad del mensaje norteamericano de 1949-50, cuando se le aconsejaba lo que cedió o se vio obligado a hacer en 1959.

Con la segunda cierro mi descriptible provocación: ¿alargó el Plan de Estabilización la vida del franquismo? (desde luego, resulta difícil, relativamente para los estándares de la profesión, demostrar que la acortara).

J. Ros Hombrevella es profesor de Política Económica en la universidad Autónoma de Barcelona.

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