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Una selección del cine español se exhibe durante una quincena en Japón

El cine Tokyu Meiga Za (algo así como el escenario de los grandes espectáculos de Tokio) está ocupado durante 15 días por el cine español. Se trata de una sala céntrica, con un aforo superior a las 300 localidades. La misma sala que, hace un año, los alemanes occidentales utilizaron para promover su producción cinematográfica. La referencia no es gratuita, ya que la Dirección General de Cinematografía se ha preocupado de organizar esta quincena con meticulosidad alemana, procurando no dejar ningún cabo suelto.

El programa incluye ilustraciones gaudinianas, pasando por las también inevitables referencias taurinas o folklóricas, hasta el asegurarse la colaboración de populares locutores radiofónicos o de estudiosos de nuestra cinematografía, como el profesor Eichiro Inui.Los temas que más interés han despertado aquí son los de índole político- económico: ¿cuáles son las diferencias entre el cine de la época de Franco y el del periodo actual?, ¿cómo refleja el cine la realidad vasca?, ¿es cierto que no hay censura? Éstas y otras preguntas similares se repiten constatemente.

Prohibición de desnudos

El tabú, las prohibiciones, son también protagonistas de esta muestra cinematográfica, porque dos de las películas seleccionadas han debido someterse a breves cortes o a pequeños oscurecimientos a fin de poder proyectarse a un público que paga entrada. Los filmes afectados son La muerte de Mikel, de Imanol Uribe, y El crimen de Cuenca, de Pilar Miró, y el motivo de la censura es la prohibición tajante que reina en Japón respecto a la exhibición del sexo -masculino o femenino- en una pantalla. Es algo que, no deja de sorprender, sobre todo cuando se piensa que la propia televisión estatal japonesa -uno de los ocho canales existentes en Tokio- programa, a partir de las once de la noche, cine pornográfico. Claro que se trata de un cine que respeta esa norma castradora de sexos, pero eso no evita que las escenas sean de un realismo considerable.

La quincena ha comenzado con Bodas de sangre. En estos momentos Saura es un cineasta muy conocido. Su Carmen fue uno de los grandes éxitos de taquilla y crítica de año pasado y, al rebufo de ello, está ya prevista la explotación comercial de la versión cinematográfica de Lorca. Los santos inocentes, de Mario Camus, tiene también asegurada su distribución comercial por la Tohei, mientras la Shibata, otra de las grandes distribuídoras japonesas, condiciona la explotación de Demonios en el jardin y El Sur, de Gutiérrez Aragón y Erice, respectivamente, a la acogida general que obtenga la quincena.

En cualquier caso, sea cual sea el resultado final de la operación montada por la Dirección General, lo que sí puede decirse es que la primera impresión es muy favorable, tanto por la acogida como por el planteamiento, que relega a la prehistoria aquellas sesiones cinematográficas en el extranjero que no salían del gueto de las embajadas. Ahora se quiere competir y se hace con las armas adecua das, procurando promocionar comercialmente el producto sin que ello vaya en detrimento de la vertiente cultural. De momento, la Prensa japonesa presta una gran atención a la quincena y dedica una parte importante de su espacio a hablar del cine español.

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