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Nicaragua

Manuel Vicent

Si yo fuera un joven de corazón limpio y romántico, sin duda apostaría en favor de la historia. Regalaría el pase de Rock Ola a un amigo y cogería ahora mismo el macuto con un par de mudas, el cepillo de dientes, el libro de los Evangelios, o en su defecto un ejemplar del Quijote, y me iría a Nicaragua a disparar contra el pato Donald. Por desgracia, soy un señor demasiado fino y estoy totalmente corrompido por los derechos humanos de Occidente, que me permiten vivir con absoluta dignidad. Cuando viajo a Centroamérica me gusta leer The New York Times rodeado de miseria, adoro los zumos de papaya servidos por una linda mulata junto a la piscina del Hilton sobre un panorama de chabolas mientras hojeo un informe de Amnistía Internacional, acostumbro, a regalar chicles al rebaño de niños desarrapados que me sigue desde el hotel hasta el Congreso de Escritores y hago todo lo posible para que unos campesinos muertos de hambre voten a la Democracia Cristiana en unas elecciones libres.En este momento, Estados Unidos de Norteamérica, el máximo gigante del planeta, realiza la gran ficción de sentirse amenazado por una hormiga, aunque tal vez no se trate de un simulacro, sino de miedo real. Nicaragua es un pequeño país indefenso, pobre como una rata, cuyos habitantes han decidido quitarse el higo chumbo del culo y mirar al patrón cara a cara sin la necesaria humildad. Es lo que sucede siempre en los casos de rebelión. El peligro está en el ejemplo, no en los herrumbrosos arcabuces ni en los aviones Mig. De modo que el castigo también debe ser ejemplar. Al cabecilla se le azota en la plaza pública, y los otros esclavos, desde los soportales, con la ceja baja, toman buena nota. Si yo fuera un joven de corazón limpio, aunque hubiera nacido en California, me alistaría en defensa de Nicaragua.

Al final sólo las causas perdidas mueven la historia. Pero desgraciadamente soy un fino occidental que se la coge con un papel de fumar. Sueño con una urna plantada en medio de la pocilga frente a una cola de gente depauperada que acude a votar libremente con un tomo de Montesquieu en la mano. La conciencia, por la noche, la guardo en la nevera.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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