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LOS SERVICIOS SECRETOS EN ITALIA

El Senado italiano enjuiciará las relaciones entre Giulo Andreotti y el banquero Sindona

El Senado italiano será a partir de mañana escenario de un debate sobre el caso Sindona, el mayor escándalo financiero de los últimos años. El gran acusado es Giulio Andreotti, ministro de Asuntos Exteriores, el hombre hoy más poderoso de la Democracia Cristiana. Los senadores, concluido el debate, deberán votar una moción comunista en la que se pide la dimisión de Andreotti por su connivencia con el banquero mafioso. Mientras tanto, se van acumulando acusaciones contra el ex vicejefe de los servicios secretos militares (SISMI), el general Pietro Musumeci.

El tema Sindona-Andreotti es tan delicado que ha durado una semana entera la deliberación para decidir si votar contra el líder democristiano con voto secreto o a mano alzada. El Gobierno se ha inclinado finalmente porque se haga una votación pública, ya que la moción contra Andreotti se considera un ataque al conjunto del Ejecutivo. La oposición ha considerado antirreglamentaria esta decisión.La realidad es que Andreotti está políticamente tocado. Ni la misma mayoría gubernamental defiende con convicción al político democristiano. El apoyo público que se le presta es para no ofrecer a los comunistas el regalo de una crisis de Gobierno, planteada además en términos de moralización del Estado.

De hecho existe ya un precedente parlamentario, cuando ante una moción semejante de los radicales, votada en secreto, más de 60 diputados democristianos se pronunciaron contra su líder. ¿Qué harán ahora los senadores de la DC, forzados a dar la cara por el sistema de votación?. El partido socialista ha concedido a sus representantes libertad para pronunciarse. En los ambientes parlamentarios romanos se dice que un voto a mano alzada contra el ministro de Asuntos Exteriores equivale a 10 votos en secreto.

Y al poderoso ministro italiano le esperan otras citas amargas. A mitad de noviembre, el Parlamento tendrá que debatir otro gran escándalo financiero: el del petróleo. Por él fue a la cárcel el general de Finanzas Raffaele Giudice, que en vez de haber vigilado los intereses del Estado organizó una colosal estafa de miles de millones de pesetas con la complicidad de hombres políticos.

También aquí el acusado número uno es Giulio Andreotti, que, al parecer, favoreció el nombramiento del general con métodos ilegales, haciendo intervenir hasta al vicario de Roma, cardenal Ugo Poletti.

Y por si fuera poco, el Parlamento deberá votar otra vez en las mismas fechas, esta vez en secreto, la moción de los comunistas contra Andreotti por el escándalo Sindona.

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Musumeci y el 'caso Moro'

Sobre el encarcelado subjefe de los servicios secretos militares italianos, general Pietro Musumeci, y su mano derecha, el teniente coronel Giuseppe Belmonte, podrían caer en los próximos días nuevas acusaciones. Entre ellas la de haber contribuido a confundir la investigación sobre el secuestro de Aldo Moro, el líder democristiano asesinado, tras haber inventado la historia de que su cadáver se hallaba en el lago Duchessa, a unos 60 kilómetros de Roma.

Se perdieron entonces tres días en el seguimiento de una pista falsa y se desplazaron fuera de Roma miles de policías. La sospecha es que aquel despiste podía haber servido para que las Brigadas Rojas cambiarán de prisión a Moro, dentro de Roma, con mayor tranquilidad y seguridad.

Los radicales se han preguntado para qué sirve el comité parlamentario encargado de fiscalizar a los servicios de seguridad, -formado por democristianos, socialistas y comunistas- y han pedido que sea abolido inmediatamente, para dar paso a otro tipo de control.

Comité en entredicho

El comité en entredicho anuncia que desea abrir una investigación sobre las últimas actividades de la inteligencia militar (SISMI), sobre todo porque ahora existen dentro de este organismo dos agentes arrepentidos que han empezado a contar cosas. Acusan al general Musumeci y al teniente coronel Belmonte de haber intentado corromperles para facilitar operaciones ilegales.

Uno de ellos, en un careo con Belmonte efectuado en la cárcel romana de Rebibbia, ha afirmado que el teniente coronel había ido a su casa para ofrecerle 30 millones de pesetas si se autoacusaba de haber colocado un explosivo en el tren Catania-Milán. Este hecho sirvió para desviar las investigaciones de los magistrados de Bolonia sobre el terrible atentado a la estación de aquella ciudad, el 2 de agosto de 1980. Belmonte no resistió el careo y tuvo un ataque de corazón mientras gritaba: "Musumeci me quiere destruir".

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