Fuster pide un nombre para la realidad de los Países Catalanes
El lema Los Países Catalanes: un debate abierto es el título genérico de una serie de mesas redondas que se están celebrando en Valencia, a propósito de la XIII edición de los Premios Octubre de literatura en catalán, que se fallan el sábado. El escritor Joan Fuster tuvo una breve intervención introductoria en el primero de estos actos, celebrado el miércoles sobre Los condicionamientos históricos, en la que aseguró que los Países Catalanes son "una realidad concreta que pide un nombre, y a partir de la cual hemos de puntualizar análisis, investigaciones, conceptos instrumentales".El historiador francés Pierre Vilar fue uno de los ponentes en esa sesión, pese a que no pudo estar presente y fue leído el texto que envió. Se trataba de una amplia reflexión sobre el concepto, que se resume en un cierto escepticismo sobre el nombre y a favor de reconocer lo que denomina "el hecho catalán" debido a que "el hecho nacional que comporta el nombre reposa en una realidad poco discutible".
La mesa redonda, celebrada en el salón de actos de la Facultad de Filología de la Universidad de Valencia, registró tal afluencia de público que las 600 butacas que contiene resultaron insuficientes para albergarlo. Hubo muchas personas de pie o sentadas en el suelo, y algunas hubieron de permanecer en la puerta. Una falsa amenaza de bomba no llegó a hacer que se suspendiera el acto porque la sala había sido examinada previamente en previsión de una contingencia de este tipo.
Además de Fuster y Vilar, intervinieron Miquel Tarradell, Arcadi García, Eva Serra y Albert Balcells, todos ellos historiadores. No llegó a haber intervenciones del público porque la longitud de los parlamentos hizo que el acto acabase muy tarde.
Una exquisita cautela
"He podido observar, y observamos", dijo Fuster, "cómo, de un tiempo a esta parte, ha prosperado una exquisita cautela para evitar el término 'Países Catalanes'. ¿Por qué? Sería curioso desentrañarlo. Podríamos imaginar que se trata, básicamente, del temor a confundir una designación con un programa, y programa político, más o menos".
"¿Cómo podremos decir 'Países Catalanes' sin decir, precisamente,'Países Catalanes'?', se preguntaba el escritor, pues Ias alternativas de nomenclatura no pasan de ser circunloquios". Y concluía "En todo caso, y que cada uno se quede con su opción, hay eso: una realidad concreta que pide un nombre".
El texto de Vilar, por su parte, mostraba cierta reticencia frente al nombre a partir del hecho de que históricamente la palabra 'Cataluña' aparece aplicada exclusivamente al Principado y a la actual Cataluña francesa, pero no a los reinos de Valencia y Mallorca. "Para que un nombre sea adopta do y tome valor de símbolo", seña laba, "es necesario, me parece, que sea corto, que su sonoridad sea conforme con el genio de la lengua cotidiana, que sea femenino preferentemente, que evoque más una persona que un ámbito material".
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