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Tribuna
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Contadora y el Premio Príncipe de Asturias

Al contrario que muchos Observadores políticos y dirigentes, latinoamericanos, el autor de este artículo no considera que la reunión celebrada el pasado 7 de septiembre en Panamá por el Grupo de Contadora, haya constituído el último capítulo de esta iniciativa política, sino, tan sólo, la conclusión de una fase importante del proceso diplomático de Contadora.

La séptima reunión conjunta de los ministros de Asuntos Exteriores centroamericanos y del Grupo de Contadora, celebrada el 7 de septiembre en Panamá, ha sido presentada por buena parte de los medios informativos internacionales como un último capítulo. A ello han contribuido declaraciones de dirigentes centroamericanos, algunos de los cuales han llegado a pedir la disolución del grupo y la transferencia de sus gestiones a la OEA.Ciertamente que la séptima reunión conjunta de cancilleres no marca el final del camino, pero sí la conclusión de una fase importante del proceso diplomático de Contadora. La primera etapa consistió en el establecimiento del grupo, su definición como órgano aislador e imparcial en el conflicto centroamericano y la obtención de su reconocimiento por las partes, por el sistema jurídico internacional y por la opinión pública mundial. La segunda fase, que acaba de concluir, discurrió en la laboriosa tarea de diseñar un sistema de seguridad que permita la pacificación de Centroamérica. Y a la fase que se inicia ahora corresponderá la adopción de este sistema de seguridad por los países interesados y la correcta aplicación de sus cláusulas.

No ha sido fácil redactar el plan pacificador. Las cicatrices de esta dificultad quedan en la propia terminología: se llegó, imaginativamente, a la fórmula de un acta para poder englobar en un mismo documento preceptos y recomendaciones, compromisos recíprocos y principios declarativos. Unificado, sin embargo, jurídicamente después todo el documento con la misma obligatoriedad, se mantiene, sin embargo, el nombre de acta y nos encontramos hoy, no con un proyecto de tratado, sino con un acta revisada, que se somete a la firma de los países, de Centroamérica y de los de Contadora.

No ha sido fácil la tarea por su complejidad misma. Uno a uno se han desmontado los mecanismos de la crisis centroamericana, los que pertenecen al ámbito internacional y al interno, los militares y los políticos, los económicos y los sociales. Y se ha procedido a paralizarlos o enmendarlos, con todo detalle, para privarlos de peligrosidad, así como a reforzar las bases para el desarrollo y la armonía regionales. La ideología inspiradora ha sido la democrática y social que campea en la Organización de las Naciones Unidas. Filosofía que todos los países comparten hoy teóricamente, pero que rara vez se ejemplifica en un caso concreto, como en esta ocasión. Las 50 y pico páginas del documento final constituyen, así, un valioso esfuerzo de análisis y síntesis al mismo tiempo, tanto de un conflicto internacional como de una doctrina contemporánea de paz.

Causa principal de las dificultades ha sido también el procedimiento adoptado por la elaboración del plan de paz. En las varias comisiones de trabajo constituidas en el grupo técnico y en las reuniones de cancilleres han participado por igual representantes de los países centroamericanos y de Contadora. De modo que la redacción ha ido avanzando en medio de un debate contínuo y denso. Ello ha tenido la virtud de que el proceso de redacción del proyecto ha consistido ya en un proceso de negociación de acuerdo. Lo que facilita grandemente la firma final.

Llegado a este punto, el Grupo de Contadora no puede dimitir. El acta debe ser suscrito ahora por los países centroamericanos y los de Contadora. El protocolo anejo, en el que se va a depositar el apoyo internacional, deberá ser firmado por los países que, sin ser parte directa en el conflicto, están interviniendo en él y por cuantos deseen sumarse a este esfuerzo de pacificación. Finalmente, el dispositivo de control del cumplimiento de los compromisos debe entrar en funcionamiento, lo que ya constituirá realmente una cuarta y dura fase del proceso.

Solidaridad española

Todas estas tareas, bien que no sean algunas de la incumbencia misma del Grupo de Contadora, necesitan imperativamente de su iniciativa, coordinación e impulso para que la pacificación culmine con éxito. De hecho, como actividades de esta tercera etapa de Contadora hay que calificar ya la convocatoria del grupo para después del 15 de octubre, sus gestiones, públicas y menos públicas, en la sede de Naciones Unidas durante estas semanas y su intervención en la reunión Centroamérica Europa de San José de Costa Rica. El lector español ha podido seguir la constante línea de solidaridad que la política exterior de nuestro país ha ofrecido a Contadora. Últimamente esta actitud ha tenido dos manifestaciones excepcionales: la reanudación de relaciones diplomáticas con Guatemala y la concesión del Premio Príncipe de Asturias al Grupo de Contadora.La reanudación de relaciones diplomáticas entre España y Guatemala se ha producido en vísperas de la reunión Centroamérica-Europa en San José como una demostración tangible de que los problemas pueden resolverse cuando las partes están dispuestas a ceder proporcionalmente en aras de un bien superior.

El procedimiento elegido para solucionar la disputa se acomoda también al sistema de Contadora, ya que se ha aceptado la mediación de una tercera parte, el presidente de Colombia, sin que ello se torne en desdoro nacionalista, sino en sincera y humana gratitud.

La concesión del Premio Príncipe de Asturias a Contadora es también ejemplar. El organismo que lo otorga no es gubernamental, pero el premio en sí se sitúa al máximo nivel del Estado español. Y resulta obvio que no se ha concedido como un premio de buena conducta a unos países amigos, sino como reconocimiento a la nobleza de un intento que supera a sus propios protagonistas y a los que hay que alentar en su empresa.

Es legítima la impaciencia de quienes, ante la prolongación del desangramiento centroamericano, se lamenten de que Contadora no haya podido aún atajarlo, pero es ilegítimo utilizar dicha impaciencia contra el esfuerzo más noble y apropiado que trabaja en su solución. La entrega, este 16 de octubre, por el Rey de España del Premio Príncipe de Asturias simbolizará, de alguna manera, la cuota española de participación en tan alta aventura de paz.

Antonio Serrano de Haro es embajador de España en Panamá.

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