Mario Maya, riesgo y pasión de un 'bailaor'
Ay, jondo, un texto dramático sobre textos de Juan de Loxa, que llena la primera parte del espectáculo, es un hermoso logro del coreógrafo y bailarin Mario Maya. Pocas veces el baile flamenco ha alcanzado una plasmación tan totalizadora y rica en capacidad comunicativa. Mario Maya lo ha realizado con una aparente facilidad que no debe conducirnos a engaño. El texto -que es una reivindicación del gitano, una amarga queja contra discriminaciones y persecución- abunda en partes recitadas, en cantos, en manifestaciones colectivas que el conjunto de bailaores, cantaores y tocaores desarrolla sobre un escenario prácticamente vacío, en una perfecta acción coral de la que sólo de cuando en cuando se desgajan actuaciones personales.
Teatro flamenco
Baile: Mario Maya, Juan de los Reyes, José 'el Lele', El Torombo, Juana Amaya, Pilar Heredia, Carmen Vargas, Pepa Herrera, Charo Cruz. Cante: Manuel de Paula, Rafael de AIcalá, Miguel López. Toque: Isidoro Carmona, Paco Carrillo, José Jiménez. Dirección: Mario Maya.Centro Cultural de la Villa de Madrid, 10 de octubre de 1984.
Y ya sabemos que en flamenco lo colectivo entraña siempre un riesgo dificil de salvar, por la naturaleza visceralmente individualista de este arte. Es ahí, en esos recitados, en esos cantes a varias voces, donde este Ay, jondo es menos jondo, pese a lo cual Mario Maya ha sabido evitar los vacíos de ritmo, de clima emocional, de tensión dramática, vertebrando un espectáculo prodigiosamente armónico, bellísimo, traspasado de arriba abajo por una emoción que alcanza al público, hiriéndole, lacerándole y exigiendo de él una participación apasionada.
Eje maestro
Un espectáculo en que Mario Maya es el eje maestro. Todo confluye en él, es dificil imaginar el mismo espectáculo con otro artista ocupando su lugar. Por lo menos como él lo ha concebido. Maya se ha rodeado de un conjunto en el que no figuran grandes nombres, pero que logra funcionar con homogeneidad y notable eficacia. Y él, Mario, da un verdadero curso, no sólo de baile, sino de concepción escénica, de sobriedad, de servidumbre también. En definitiva, es una confirmación más de que se halla en el mejor momento, en su plenitud creadora, en esa especie de estado de gracia en el que el artista todo lo hace ejemplarmente.
Una segunda parte de flamenco convencional, aunque bien hecha, decepcionó ligeramente con referencia a la cumbre alcanzada antes.
Babelia
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