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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pesadilla exterior

Es materia habitual de discusión si la crítica cinematográfica establece sus criterios por informaciones previas o sólo frente a la película que contempla. Es vieja y peregrina la afirmación de que ante un filme sin títulos de crédito no se podrían formular lo mismos juicios, quedando el crítico in albis, sin referencias, sin opinión. Cierta o no, carece de real importancia, pero viene a cuento de Bajo el volcán, la última película de John Huston basada en la muy conocida novela de Malcolm Lowry. Varios fueron los directores que negaron la posibilidad de que Bajo el volcán pudiera transformarse en película. El denso clima que preside el texto, en vuelto en magia y poesía, sigue la trayectoria desesperada del protagonista perfilando sus emociones y pesadillas con matices y recovecos que la ambigüedad de la imagen cinematográfica no parecía poder servir con rigor.

Bajo el volcán

Director: John Huston. Guión: Guy Gallo. Fotografia: Gabriel Figueroa. Música: A lex North. Intérpretes: Albert Finney, Jacqueline Bisset, Anthony Andrews, Katy Jurado, Ignacio López Tarso. Norteamericana, 1984. Drama. Local de estreno: Richmond, Urquijo, Madrid, La Vaguada.

La personalidad de Huston

Cualquier lector de la novela tendría, además, su propio concepto, un resumen personal que difícilmente quedaría satisfecho con la versión particular de un director. Si esta comparación parece posible respecto a cualquier novela convertida en película, aumenta sus diferencias en Bajo el volcán, cuya narrativa no sigue realmente los esquemas tradicionales. ¿Cómo no tener asimismo en cuenta la personalidad de John Huston y esa trayectoria en la que ha dibujado la destrucción de tantos perdedores, de automarginados como el cónsul borracho de la novela, que delira su propia muerte? Parecía que sólo Huston era capaz de penetrar en el pesimismo de Lowry, encontrando las tortuosas imágenes de su pesadilla. La expectación, pues, era excepcional. El resultado, sin embargo, no se encuentra a la misma altura. El filme queda en la epidermis de la tragedia, sin ahondar en su lucidez. Albert Finney, como el atormentado ex cónsul de Cuernavaca, hace un trabajo brillante, pero histriónico, exterior. Con él se transforma el personaje. Su pesimismo, que queda apuntado por el fracaso de la guerra española y la paralela penetración nazi, se acompaña de su incapacidad para mantener con la mujer que ama una relación que le calme; pero coloca su aspecto neurótico en primer plano. Finney, no obstante, acentúa con ternura el aspecto desvalido del personaje, encontrando incluso un apunte humorístico con el que conecta al espectador.

Naturalmente, ello puede responder al proyecto de Huston, a su visión de Geoffrey Firmin, el hombre que se salva de sí mismo dejándose morir, porque, de hecho, la película sigue al suicida en buena parte de sus anécdotas, contemplándole desde fuera, forzando incluso una visión ligeramente folklórica de su entorno. De entre las sensaciones que la película puede provocar, quizá no sea aislada la de que Huston no ha logrado un punto de vista concreto sobre este hombre, dudando entre la complicidad y lo objetivo. En ocasiones, el filme recuerda la poética de aquellos perdedores de sus mejores películas que perseguían mitos. Pero no es la poética de Lowry.

En cualquier caso, el que Bajo el volcán sea una película que pueda conectar con el tradicional concepto del rechazo de algunos filmes de Huston no es algo a olvidar. Ocurre, a pesar de todo, que Geoffrey Firmin no corresponde a las características de sus antihéroes, no es un hombre fascinado por una quimera ni que se distancie con frialdad de los acontecimientos: los vive de lleno, dejándose quemar por su incapacidad para transformarlos.

Jacqueline Bisset es la dulce esposa, elegante y decidida, en un trabajo interpretativo que cuenta con su fascinación, mientras Anthony Andrius, el hermano, añade un innecesario toque de blandura a su personaje, aun realizando, quizá, el mejor trabajo del reparto. La aparición de Katy Jurado e Ignacio López Tarso aportan un correcto tono profesional junto al del Indio Emilio Fernández, en su papel de Diosdado, que apuntala la localización geográfica de la historia. Por el contrario, la fotografía de Gabriel Figueroa parece ajena al relato, quizá por su academicismo.

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