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Memoria española de un cantante belga

La pervivencia de un cantante está en sus canciones. Las canciones de Jacques Brel permanecen en el tiempo, a pesar de que la mayoría de los modernos no las haya escuchado en su vida ni sepa quién es siquiera ese belga que se hizo famoso en Francia, se hartó un día de músicas y películas y buscó la paz, la tranquilidad y la felicidad en las lejanas islas de los mares del Sur.Para muchos españoles, Ne me quittes pas, Amsterdam, Les bombons, Jeff, Les vieux, Le plat pays, Les bourgeois o La chanson des vieux amants forman parte de nuestra memoria histórica, personal y colectiva. Tantos de sus discos entraron en maletas semiclandestinas en tiempos de pocas músicas, que quizá por ello calaron tan dentro en nuestra sensibilidad. Con sus canciones aprendimos a recorrer ciudades que no conocíamos, a revivir amores que no sospechábamos que pudieran ser, a soñar sensibilidades que nos parecían negadas por nacimiento. Su influencia. fue importante para una generación de cantantes que en la mayoría de los casos siguen en activo y en plena madurez, aunque luego hayan ido añadiendo a su personal inspiración retazos de otras músicas, de otros cantantes, de otras culturas.

Más información
La última canción de Jacques Brel

Joan Manuel Serrat declaraba en un programa de televisión pocas horas después de hacerse pública la noticia de la muerte de Brel: "Si él no hubiera hecho música es muy posible que tampoco yo la hubiera hecho nunca". En España comenzaba a surgir una preocupación general que se mostraba también en las canciones. Se veía la realidad de otra forma, ajena a triunfalismos y heroísmo de pasadas gestas históricas. La verdad cotidiana tomaba forma en canciones que nacían con la voluntad expresa de reflejarla con sencillez pero sin renuncias.

Influencias

Aun cuando Brel había comenzado a grabar en 1954 y alcanzado ya el éxito en 1959, su llegada a España fue muy posterior. El primer disco editado entre nosotros fue el que recogía su recital en directo Olympia 64, que se publicó con varios años de retraso; tal vez por eso su influencia fue mayor en los profesionales de la canción que en el mismo público. La nova cançó catalana fue el primer movimiento que se fijó en su ejemplo, como lo hizo en toda la canción francesa. Los primeros setze jutges comenzaron imitando el filón expresivo de la canción francesa y la obra de Brel, entre otras, marcó de forma indeleble las creaciones de Pi de la Serra, Espinás, Enric Barbat o Joan Manuel Serrat. Guillermina Motta y Dolors Lafitte cantaron sus canciones en catalán, como lo hicieron en castellano cantantes tan dispares como Alberto Cortez, Mike Kennedy, Mari Trini o Salomé, aunque la traducción más completa de las canciones de Jacques Brel, hecha por Hilario Camacho para un espectáculo sobre el cantante belga estrenado en el Pequeño Teatro de Madrid en el año 1972, no se llegara a grabar nunca en disco.

Con el tiempo se acabó editando su discografía completa, 11 álbumes que hoy probablemente estarán ya descatalogados. Es recomendable la audición de Sólo hubo un Jacques Brel (Movieplay, 1978, LP-17418/6), que es una excelente recopilación de 14 de sus mejores cancione

s.

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