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Miedo en el tendido

Plaza de Las Ventas. 30 de septiembre.Cuatro novillos de Lora Sangrán; primer y quinto, sobreros, de Los Majadales y Moreno Pidal, respectivamente. Bien presentados, con genio.

Lucio Sandín. Cinco pinchazos y otro hondo (silencio). Cuatro pinchazos -aviso-, otro, estocada corta perpendicular atravesada y cinco descabellos (silencio). José Luis Seseña. Pinchazo y estocada baja (oreja con protestas). Cuatro pinchazos -aviso-, otros, dos y dos descabellos (división cuando saluda). Juam Rivera. Media perpendicular contraria perdiendo la muleta (palmas). Estocada perdiendo la mideta (pabnw). Se guardó un minuto de silencio en memoria de Paquirri.

Había un ambiente amargo, por el recuerdo de la muerte de Paquirri. En el repleto graderío corrían todos los miedos y era un sobresalto cada vez que se colaba un novillo, porque se mascaba la tragedia. Al menor traspiés, ya estaba la gente gritando, aterrorizada. Aparece uno en el tendido, grita iuh!, y echan todos a correr, despavoridos.

Mejor que así sea pues venía pareciendo que el toreo era una broma, algo así como el parchís. Bien es verdad que el taurineo se lo monta para que dé esa sensación, con los toritos medio muertos y despitorrados que suelta por ahí. Por aquí, en cambio, no los suelta; ni se le ocurre. Lo que salió ayer por los chiqueros era una novillada de presencia nada aparatosa, aunque seria y con mal genio; de esas que, según dice la jerga, tenía "mucho que torear".

Los novilleros pasarían tanto miedo como la gente del tendido, o lógicamente más, pero lo disimulaban. Pundonorosos profesionales fueron Lucio Sandín, cuyo impecable corte torero merece mejor fortuna; José Luis Seseña, delgadito aspirante que, cuando manda, manda más que el comandante general de la flota; Juan Rivera, bravo coletudo de buena planta, que si el toro pasa, lo torea, y si no pasa, lo aguanta.

El bronco sexto, novillo era como para quitárselo de en medio en cuanto dio a conocer su bronca catadura, y sin embargo Rivera, que lógicamente no tiene recursos pues aún es inexperto matador, se crecía a los violentos acosones. El tercero defendía su térreno igual que los últimos de Filipimas, y Rivera se lo pisaba con absoluto descaro, desafiando la cornada.

También Seseña puso corazón en la tarea y lo demostró en los naturales al segundo, templando y obligando cuanto debía teinplar y obligar. Ahogaba la embestida, y era defecto técnico, pero ya lo corregirá. El quinto, un castaño de trapío y arboladura, le estuvo avisando en cada embestida con sus derrotes aviesos, y no se daba por enterado; por el contrario, se crecía en la ejecución de las suertes e hizo una faena de mucha ernoción.

Lucio Sandín ensaya an toreo ortodoxo, que es más difícil de interpretar, sobre todo con novillos que no poseen boyantía, cemo era el caso. Quizá por este motivo brilló menos que sus compañeros, lo cual no impidió que ejecutara los mejores muletazos de, la tarde, entre ellos unas dobladas de castigo y unos redondos a su primero.

Entre sustos y descompuestas carreras de varios subalternos que continúan dando mítines con los palos, otros estaban crecidos en su torería, principalmente los de la cuadrilla de Seseña. Uno de ellos, El Maletilla de Oro, tuvo la inspiración y la casta torera de doblar al toro a una mano; suerte que no se veía hace muchos años y que causó sensación. Raimundo Rodríguez y Maceo picaron delantero -es decir, donde se debe- y los aficionados les querían invitar a unas copas.

Acabó de noche. Los toreros abandonaban la arena entre aplausos y sus sombras eran una fantasmasgoría de tragedia que había sido burlada. El público respiró tranquilo y guardó sus miedos para otra ocasión.

Homenaje a Paquirri

Los tres espadas de Las Ventas brindaron sus primeros novillos al cielo, en homenaje a Paquirri. Lo mismo hicieron los matadores en las restantes plazas donde hubo ayer festejos.

En Pozoblanco, el pueblo cubrió de flores el ruedo de su plaza. Más de 6.000 personas de esta localidad cordobesa se congregaron ayer ante el Ayuntamiento para trasladarse, junto a las autoridades, hasta la parroquia de San Bartolomé, donde rezaron un responso. Luego, la comitiva se dirigió en silencio a la plaza de toros.

Cuando la plaza estaba totalmente abarrotada, el gentío empezó a lanzar flores al ruedo, que rápidamente cubrieron el albero.

Una ovación de más de un minuto precedió a un emocionante silencio, tras el cual el alcalde de la ciudad y presidente de la trágica corrida, Blas Garrido, dijo que así rendía Pozoblanco "homenaje de cariño y admiración a un hombre que supo serlo en esta arena. Un torero que pasé a la gloria y a la historia en esta recia tierra de granito y encinas".

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