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Reportaje:La política exterior española frente a la Alianza Atlántica

España-OTAN, la ceremonia de la confusión

Desconcierto en la sede de la Alianza por las divergentes declaraciones de Felipe González y Fernando Morán

Andrés Ortega

Las recientes declaraciones del presidente Felipe González planteando como opciones contrapuestas el permanecer en la OTAN o mantener el acuerdo bilateral con Estados Unidos, y las del ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, manifestándose a favor de sacar a España del Comité Militar de la Alianza, han causado desasosiego y confusión en la sede de esta organización, según fuentes aliadas consultadas por EL PAÍS.Es la primera vez, señalan estas fuentes, que el presidente español plantea dicha disyuntiva, que califican, además, de "imprecisa". Muchos otros países de la OTAN tienen acuerdos bilaterales con EE UU. En el caso español, tras el ingreso en la OTAN, desapareció la anterior cláusula defensiva, que se ve ahora asumida en él contexto multilateral del Tratado del Atlántico Norte.

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González, apuntan estas fuentes aliadas, parece volver así al planteamiento inicial del PSOE de "OTAN, no; bases, sí", abriendo la posibilidad de invertir esta postura. En cuanto a la participación militar española en la OTAN, González siempre rechaza la "plena integración militar de España en la OTAN", sin precisar hasta el momento lo que significa plena", lo que de hecho deja todas las opciones abiertas.

En cuanto a las declaraciones de Morán, se estima que ésta es la primera vez que un miembro del Ejecutivo español se pronuncia por una opción precisa: la retirada total de la estructura militar de la OTAN y, por tanto, de su Comité Militar. Pero estas declaraciones también han tenido otra lectura para algunos observadores, que las interpretan en el sentido de que se da por seguro que España se quedará en la OTAN.

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Algunos medios atlánticos se preguntan si el confusionismo de que hace gala el Ejecutivo español es puramente premeditado, entre otras razones, para presionar de cara a las negociaciones de ingreso en la CEE. En sentido inverso, algunas embajadas de países importantes de la CEE están haciendo circular en Madrid documentos sobre el coste -puramente presupuestario, pues hay otras partidas favorables a los diez, como la comercial, que no se mencionan- que les supondrá el ingreso de España en la Comunidad para pedir a cambio su permanencia en la OTAN.

En diciembre de 1982, tras la llegada de los socialistas al Gobierno, éste decidió congelar la situación de España en la OTAN en ese momento, pendiente la promesa del referéndum y un estudio sobre las necesidades de la defensa española; estudio que debe tener ya miles de páginas, al convertirse en el manto de Penélope del Ejecutivo español. En un principio, Morán había señalado que dicho estudio -realizado conjuntamente por Asuntos Exteriores y Defensa- estaría terminado en la primavera de 1984. Estamos ya en el otoño y parece haber caído en el olvido. Sin embargo, a lo largo de estos casi dos años, España ha multiplicado los gestos de buena voluntad hacia la OTAN.

Desde el principio, el Gobierno socialista señaló que España se comportaría como aliado fiel y cooperador de la OTAN. Así ha sido, aunque, desde diciembre de 1982, España mantenía una reserva formal a los comunicados finales de las reuniones en las que participaba, aunque sí suscribió los del Eurogrupo, en el que Francia no participa.

Y entre tanto, cambió de embajador en la OTAN. Destituyó a Javier Rupérez, de UCD, y para evitar a la vez sobresaltos y el ejercicio de la política llamada de silla vacía, nombró representante permanente al entonces segundo de a bordo de la delegación española en la OTAN, Jaime de Ojeda.

Como novedad, España, representada por Ojeda, asistió desde entonces, con estatuto de observador -nuevo en la OTAN-, a las reuniones ministeriales del Grupo de Planes Nucleares (en el que Francia no participa). Por otra parte, como antes, el ministro de Asuntos Exteriores siguió asistiendo a las reuniones semestrales del Consejo Atlántico, órgano principal de la Alianza, que también puede reunirse a nivel de jefes de Estado y de Gobierno, en él que pueden participar, como ha ocurrido en diversas ocasiones, los titulares de Defensa o de finanzas. En diciembre de 1983 y en junio de 1984, España suscribió las llamadas "declaraciones de Bruselas" y "de Washington", aunque con una reserva puntual en el último caso a un párrafo sobre la URSS. Este gesto se explicó por el hecho de que tales declaraciones no formaban estrictamente parte de los comunicados finales.

En el terreno más estrictamente militar, España siguió representada en el Comité Militar a su más alto nivel, y no en sus organizaciones subordinadas. Este Comité es "la más alta autoridad militar" de la OTAN. Está constituido por los jefes de Estado Mayor de los países miembros, salvo Francia, que está representada en su seno por una misión militar.

Aumento de la presencia española

Valga esto por el Comité Militar. Pero es que España, representada a su más alto nivel por el ministro de Defensa, Narcís Serra, también participa en las reuniones semestrales del Comité de Planes de Defensa (CPD), que agrupa a los ministros del ramo "de los países miembros que participan en la estructura de defensa integrada de la OTAN", lo que, una vez más, excluye a Francia. Formalmente, el CPD pertenece a la estructura civil de la Alianza.

En la última reunión del CPD, el 15 de mayo, cuando los ministros de la OTAN hablaban de los objetivos de fuerzas de sus distintos países, Serra explicó, por vez primera en este importante contexto, las grandes líneas de los planes de modernización de las Fuerzas Armadas españolas. Este gesto de Serra -que 12 meses antes había señalado su deseo de que España participara activamente en las maniobras militares de la OTAN- fue ampliamente comentado en la OTAN por su simbolismo. Algunos países de la OTAN lo interpretan como una señal de la voluntad española de participar militarmente en la Alianza. Otras fuentes, sin embargo, resaltan que Serra intentó así convencer a la OTAN de que, incluso fuera de ella o de su estructura militar, España contribuía efectivamente a la defensa occidental.

Y dentro de las acciones que no responden a la proclamada congelación está la asunción por un militar español del grupo de estudios de la OTAN sobre la fragata de los años noventa, la participación española -aunque con carácter de observador- en las maniobras teóricas Hilex o Wintex. Sin olvidar, en el aspecto declaratorio, la "comprensión" del presidente del Gobierno en Bonn por la instalación de los euromisiles americanos.

España ha participado cada vez más activamente en los comités de la OTAN, en los que ya estaba representada, y en otros nuevos por razones de interés. En los últimos meses incluso ingresó en uno de reciente creación: el de mantenimiento y aprovisionamiento de material. La congelación es, pues, relativa.

Fuera de la OTAN, España, a través del subsecretario de Defensa, Eduardo Serra, ha participado en las reuniones del Grupo Europeo Independiente de Programas (GEIP), que aúna a todos los países europeos de la OTAN, en un esfuerzo por encontrar un marco auténticamente europeo, frente a EE UU, para la industria armamentista. El GEIP está preparando para este otoño, en La Haya, una reunión a nivel de ministros, en la que podría participar el titular español.

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