Dos vidas extrañamente paralelas
., Al margen de la coincidencia de edades (Ronald Reagan cumplió el pasado 6 de febrero 73 años, los mismos que hoy culple Konstantín Chernenko), las vidas de los dos máximos dirigentes del Oeste y del Este presentan tantos puntos en común como puedan tener dos personas que se han hecho a sí mismas en dos sistemas sociales aparentemente antitéticos.
Ambos proceden de familias humildes. La de Chernenko estaba integrada por campesinos de Bolshaya Tes, en Siberia central; la de Reagan pertenecía a la clase media baja de Tampico, un pueblecito de Illinois que es una de las reservas agrícolas de Estados Unidos. Ambos recibieron una educación conservadora, aunque es evidente que con orientaciones diferentes: Chernenko, en el seno de la Liga de Jóvenes Comunistas, a las que se adhirió desde niño, y Reagan en el seno de su familia, donde su madre, presbiteriana, le inculcó una afición por la Biblia que el presidente norteamericano ha conservado siempre.
Escasas aficiones culturales
Ni Reagan ni Chernenko salieron de estas experiencias dispares con una inclinación señalada por las aventuras, culturales: se ha reiterado que la lectura favorita de Reagan es el Selecciones del Reader's Digest y que su entretenimiento más íntimo es ver el telefilme Misión imposible. En cuanto a Chernenko, son notorias sus apelaciones al Comité Central del PCUS para que el arte en la URSS se límite a reflejar al buen héroe soviético, así, como el hecho de que Mijail Suslov nunca permitió que la prosa llana del actual inquilino del Kremlin entrara en las páginas de Kommunist, la principal publicación ideológica del partido.
Chernenko tuvo probablemente una primera juventud más centrada, ya que en 1931 estaba plenamente integrado en la baja burocracia del PCUS, mientras Ronald Reagan hacía pinitos en una extraña emisora de radio de Iowa conom cida como El Mundo de los Quiroprácticos y vivía las consecuiencias de la gran depresión en las colas de los aspirantes a actores de cine. Otra nota común, y extraña para los líderes de su generación, es que ni Reagan ni Chernenko hicieron la segunda guerra mundial en el frente. El norteamericano se quedó en retaguardia porque tenía problemas de vista, y el soviético permaneció en Moscú recibiendo doctrina en una escuela superior del partido. Tal vez los muchos años dedicados por Reagan a una carrera cinematográfica mediocre expliquen que haya vivido con retraso algunas experiencias sociales extrañamente paralelas a las de Chemenko. Hacia 1948, el soviético dirigía todo el agitprop adecuado para la campaña de sovietización de Moldavia. Hacia finales de los años cincuenta, el norteamericano se dedicaba a galvanizar el espíritu empresarial de más de 100.000 empleados de la General Electric, SA.
Y si ese trabajo de propaganda fue fundamental para Chemenko, ya que le puso en contacto con Leonid Breznev, que impulsó su carrera hacia el Krenílin, también la vida política de Reagan experimenté en la General Electric un impulso definitivo: en aquel empleo conoció a Holmes Tuttle (un distribuidor de Ford millonario), a Henry Salvatori (presidente de Western Geophysical) y a Dustin Dart (de Rexall Drug & Chemical).
Estos tres hombres financiaron y casi decidieron la carrera política de Ronald Reagan desde que éste organizó en el estado de California la campaña presidencial de Barry Goldwater para las elecciones de 1964, el mismo año en que Chernenko fue ascendido a director del Departamento General del PCUS.
Tanto Reagan como Chemenko llegaron al poder contra los mejores pronósticos: cuando el, soviético emergió como sucesor de Andropov, la mayoría de los observadores occidentales concentraba su atención en el ministro de Agricultura, Mijail Gorbachov. En el caso de Reagan casi nadie hubiera apostado por él hasta que, seis meses antes de la cita electoral, los sondeos comenzaron a revelar las inesperadas preferencias de los norteamericanos.
La suerte como aliada
Una última constante en estas dos vidas es la suerte: Reagan ha reconocido personalmente que casi siempre le ha favorecido. Chernenko debe su magistratura a la desaparición prematura de Andropov, ya que algunos meses después hubiera sido incapaz de sucederle, según indica el precario estado de salud actual del líder soviético.
Y en más de un sentido, la senectud del titular del Kremlin contribuye a apuntalar el segundo mandato presidencial de su aparentemente sano rival norteamericano, ya que facilita a Reagan su empeño en que los demócratas no saquen a relucir el tema de la edad en los debates.
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