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Juan Pablo II ha decidido escribir una encíclica sobre el desarrollo y la justicia

Juan Arias

Juan Pablo II ha decidido escribir una nueva encíclica sobre los problemas del desarrollo, la justicia y los derechos humanos a la luz de Evangelio, ya que la de Pablo VI sobre estas cuestiones, la Populorum progressio, según el parecer del papa Wojtyla, se ha quedado vieja, tal y como él mismo manifestó a los obispos canadienses en e coloquio que mantuvo con ellos, a puerta cerrada, antes de dejar Canadá

La noticia se había filtrado ya en Ottawa, pero fue enseguida desmentida. Ayer, sin embargo, fue confirmada por el propio Pontífice durante la conferencia de prensa que mantuvo en el avión con los periodistas. A la pregunta de si en esa encíclica iba a abordar la teología de la liberación, Juan Pablo II no sólo no lo negó, sino que afirmó: "Es posible, es posible". En la misma conversación, el Papa afirmó que "no está en el programa" la posibilidad de que pueda encontrarse con el presidente Ronald Reagan en su viaje a Puerto Rico, el 12 de octubre. Fuentes vaticanas, sin embargo, señalan que si el presidente norteamericano se presenta aquel día en Puerto Rico, el Papa no podrá evitar el concederle una audiencia.Juan Pablo II explicó también la afirmación que había hecho en Ottawa acerca de lo que había llamado la conjura del silencio" dentro de la Iglesia hacia aquellos pueblos que hoy sufren en el mundo por falta de libertad religiosa. Dijo el Pontífice que la Iglesia tiene que ser más "desvivida y valiente en condenar tal atropello, imitando a las primeras comunidades cristianas, que denunciaban el martirio de los seguidores de Cristo".

Alguien le comentó también el durísimo discurso que había pronunciado en Canadá contra el materialismo histórico, en el que afirmó que sólo lo que arranca del Evangelio tiene valor humano e histórico. Juan Pablo II respondió que su intención había sido la de manifestar que el único humanismo verdadero es el cristiano, ya que, dijo, "si Dios creó al hombre, es evidente que todo lo humano tiene que ser forzosamente cristiano y enraizado en el Evangelio".

En el avión, Juan Pablo II estaba rendido, agotado. Le costaba hasta poner atención a las preguntas que se le hacían. Parecía absorto y ausente, como si aún continuase sumergido en aquel torbellino de imágenes de masas enteras que lo aclamaban, de manos extendidas queriendo tocarlo, de gritos de entusiasmo de los jóvenes, de niños echados materialmente por sus madres en sus brazos y de enfermos que esperan siempre el milagro.

Cuando este enviado especial le dijo que "nos vamos a ver pronto en España", el Papa, muy extrañado, respondió: "¿Cómo en España?". Al recordarle que el mes próximo incluso dormirá en Zaragoza, camino de Santo Domingo, Juan Pablo II seguía sin entender. Al final cayó en la cuenta y dijo, señalando a su sustituto de la secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo: "Él sabe todo de ese viaje".

Las últimas horas antes de regresar a Roma fueron muy agitadas. Cuando ya todos los periodistas estaban en el avión, recibieron órdenes de abandonarlo inmediatamente porque se acababa de recibir una serie de llamadas telefónicas alertando sobre la posibilidad de que hubiese una bomba en el aparato.

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