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Reportaje:Encuentro en Barcelona de antiguos militantes del Frente de Liberación Popular

Un partido sin historia pero con memoria

Queríamos liberar al pueblo. Del franquismo, como contradicción de primer plano. Del capitalismo, como contradicción fundamental. Pero no, no nos gustaba el posibilismo pactista de una socialdemocracia capaz de matar a culatazos a Rosa Luxemburgo o invadir el Egipto de Nasser; ni la brutalidad del estalinismo, tardía, y un tanto cínicamente, condenado por los corresponsables en aquella merienda de rojos.Es decir, buscábamos una tercera vía para una teoría y una práctica de una moral, una política, una estética de izquierda y todo lo que enriqueciera esa posible tercera vía era bienvenido: desde la crítica de la burocracia del terror estalinista a cargo de Koestlen y Merleau Ponty, hasta el personalismo de Mounier y los cristianos de Esprit, pasando por la autogestión yugoeslava, el tercermundismo de los sociólogos franceses de la colonización y marxismo, marxismo filtrado a través de marianos, marxiólogos y marxistas, gandhismo, pacifismo, lucha armada... todo, es decir todo lo que el espíritu humano había inventado para hacer posible una revolución no burocratizada y un cambio no pasteurizado por los hijos del "renegado Kautsky" y el "socialtraidor" Berenstein. Esta nube de teorías e ideologías envolvía las cabezas de grupos aislados de amigos, inicialmente en Madrid, Barcelona, País Vasco, más una estribación santanderina que se llamaba Ignacio Fernández de Castro.

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Julio Cerón o la ironía comprometida

El grupo barcelonés estaba aglutinado por las tertulias de El Ciervo y el madrileño, también vinculado a la revista, era otra cosa, más echao palante, como diría Trinidad Sánchez Pacheco, camarada de aquellos amigos de Madrid que constituirían, el embrión primario del FLP (Frente de Liberación Popular): Julio Cerón, diplomático; Enrique Boada, espíritu sensible; Jesús Ibáñez, sociólogo; Fernando Romero, publicitario; Paco Montalvo, una de las personas más eficaces que conozco y un breve etcétera que luego se enriquecería numéricamente al constituirse la NIU (Nueva Izquierda Universitaria) sección universitaria del FLP en Madrid. y la NEU (Nova Esquerra Universitaria) en Cataluña.

En Bilbao, Luciano Rincón, con el tiempo famoso por su análisis biográfico-patológico de Franco y procesado y condenado por ello. En San Sebastián, Ramón Recalde. En Barcelona, una plana mayor de seniors en la que destacaba la personalidad de Comín, la fuerza psicológica de Urenda, la movilidad ideológica de González Casanova, la seriedad comprometida de Joan Gomis, el sentido del humor, insospechado en un psiquiatra conductista, de Joan Massana y luego nosotros, los estudiantes de la NEU que éramos mayoritariamente paramarxistas, muy críticos de la cultura interna de los partidos comunistas, pero igualmente críticos ante la desgana activista de nuestros seniors. Nombres para la historia de aquel larvario: Isidre Molas, Jordi Borja, Pasqual Maragall, Rubert de Ventós, Avilés, Angel Abad, Miguel Ruiz, Quim Sempere, María Dolors Folch y, más distantes, ya muy cerca el uno del PSUC y el otro de la Física Nuclear, Xavier Folch y el físico Oriol Bohigas (no confundir con el arquitecto).

Las sucesivas caídas

Olvido nombres, pero más o menos de esta complejidad de principios y personalidades nació el FLP en España y en Cataluña primero la ,ADP y luego el FOC. La caída del grupo madrileño de Cerón, el también diplomático Juan Gerona y el estudiante de economía Raimundo Ortega (hoy una de las manos derecha o izquierda de Mariano Rubio) así como de los vascos Rincón y Recalde y del santanderino Fernández de Castro fue el bautismo de fuego de una organización casi inexistente, entusiasta, voluntarista, tres características que conservó casi intocadas desde el comienzo hasta el fin de su historia.

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Luego se produjo la caída de estudiantes de la NEU barcelonesa a raíz de la campaña de la P, propiciada por Josep Benet y el número de mártires del FLP le dio una entidad y una autoridad moral que lo hizo necesario en las mesas conspiratorias de la clandestinidad. Duramente juzgado y condenado Cerón, diplomático español delegado en la OIT y hermano del Cerón Ayuso que con el tiempo sería ministro de Franco, el FLP quedó descabezado y obligado a un cierto taifismo. Los sectores universitarios siempre se mostraron muy combativos, tanto en Madrid como Barcelona, pero lastrados por una aterradora falta de medios que les llevaba en ocasiones a imprimir hojas de ciclostil valiéndose de rodillos de lavadoras y pagando el material con el empeño de relojes y otras pertenencias personales o familiares.

Expulsado de la Universidad de Barcelona Ángel Abad, por sus actividades políticas, el actual responsable de la policía municipal y de los bomberos de Barcelona, se traslada a Madrid y se convierte, desde el colegio menor Antonio Ribera, donde era consiliario el padre Llanos, en el alma de la recuperación del FLP. Cuenta con la ayuda básicamente de estudiantes o exestudiantes: Montalvo, Nicolás Sartorius, Rafael Jiménez de Parga, un servidor, Martínez Pereda, Ernesto Camarero.

Es una actividad que secunda paralelamente la NEU en Barcelona. Los seniors, en este primer momento, en gran medida recelan. Les parece peligrosa la decantación activista y marxista del grupo y temen que sea un banco de pruebas para futuros efectivos del PCE o incluso un instrumento fácilmente manipulable por el PCE. El grupo actuante en Madrid aprovecha un campo de trabajo del SUT (Servicio Universitario del Trabajo) para crear las bases de una organización nacional con las incorporaciones del estudiante de medicina Ángel Pestaña en Valencia y del de psiquiatría Joan WuIff en Santiago y César Alonso de los Ríos en Valladolid.

Las bases de lo que va a ser el FLP y el FOC de los años sesenta se dan precisamente en el momento en que se producen las primeras deserciones, especialmente en Cataluña, rumbo al PSUC: Sempere, Maria Dolors Folch, Miguel Ruiz, un servidor. Llega el año de gracia de 1962 y el FLP se lanza a una lucha de solidaridad con lo que está pasando en Asturias, se le atribuyen explosiones, empieza la caída en cadena que lleva a la cárcel a casi todos sus dirigentes y efectivos: Ángel Abad, Nicolás Sartorius, Isidre Moles, Joan Sardá, Rudolf Guerra, César Alonso, Verdura, Juan Tomás de Salas... una caída casi definitiva que va a significar muchos años de cárcel y el inicio de una larga dispersión y lenta agonía. Dispersión hacia la profesionalidad, el PCE-PSUC, el entonces poco existente PSOE o el tiernismo. Agonía, sobre todo del FOC, que le va a hacer sobrevivir como una sombra hasta el momento en que la mayor parte de sus miembros reaparecen en el PSC-PSOE: Maragall, Serra, Urenda... Imposible un censo concreto y una valoración sintética en cuatro folios. Fue un movimiento moral, político y estético que aún no ha hecho su historia y vive de la memoria de sus reinos de taifas. Contó con solidaridades valiosas como la de Jesús Aguirre, hoy Duque de Alba, o con militancias iluminadas como la de Pérez Llorca, José Luís Leal, Roca Junyent, Antoni Jutglar, Manolo Castell, el urbanista, uno de los primeros exiliados del FOC. Difícil el diagnóstico,, pero si nos hubieran dejado, habríamos hecho una revolución encantadora.

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