Misterio en torno a Ogarkov
LA NOTICIA de que el mariscal Ogarkov ha sido liberado de los dos cargos de jefe del Estado Mayor, y de primer viceministro de Defensa ha causado una lógica sorpresa. Su personalidad era tan fuerte que algunos observa dores se inclinaron, en un primer momento, a pensar que su alejamiento era una forma de preparar su ascenso amás altos destinos. Pero el procedimiento utilizado para anunciar el cambio apunta netamente, no a un ascenso, sino a una destitución. No cabe imaginar que se trata de una medida de rutina: Ogarkov, dentro del equipo dirigente de la URSS, era, con sus 61 años, un hombre relativamente joven. Tenía directamente en sus manos la dirección efectiva, operativa, de la política militar. En el sistema de mando de las fuerzas armadas de la URSS, el Estado Mayores una pieza absolutamente decisiva (mucho más que en otros países) en el desarrollo de la doctrina militar, en la elaboración de la estrategia y en la coordinación de los diversos servicios. Además, como primer viceministro, su papel en el mismo Ministerio de Defensa era esencial: al lado de un ministro civil como Ustinov, sin duda miembro del Buró Político, pero un anciano de 75 años, sobre todo político y administrador, Ogarkov era indiscutiblemente la primera figura militar de la Unión Soviética, el representante de los nuevos militares. Asimismo, era el autor de los principales textos teóricos de doctrina militar soviética, por ejemplo, en la Enciclopedia militar soviética de 1979. En ellos defendió la idea de que una guerra futura sería probablemente nuclear y que era imprescindible prepararse a combatirla en las mejores condiciones. Desde hace bastante tiempo, Ogarkov era considerado como el seguro sucesor de Ustinov, el futuro ministro de Defensa.Por otra parte, venía ejerciendo, y de forma pública, un protagonísmo sorprendente en cuestiones muy importantes de política internacional. Hace un año, el 9 de septiembre de 1983, fue él precisamente quien justificó en una conferencia de prensa la actitud de la aviación soviética cuando ésta derribó el Boeing de pasajeros surcoreano. Pero no fue una aparición única; el 5 de diciembre pasado, en. una conferencia de prensa sobre la cuestión de los euromisiles, él dio a entender que la URSS se retiraría de las dos mesas de negociación de Ginebra, cosa que ocurrió poco tiempo después. En realidad, tenía cierta experiencia de reuniones intemacionales; en 1969, siendo adjunto al jefe del Estado Mayor, figuró en la delegación soviética en las primeras conversaciones SALT que la URSS y EE UU celebraron en Helsinski: dejó entre sus interlocutores la impresión de un militar científico, más de gabinete que de campo de batalla, con un cerebro bien organizado y una personalidad muy segura de sí misma. Pero lo sorprendente de sus recientes apariciones en cuestiones internacionales es que se sobreponía a políticos y diplomáticos en temas que conmovían la opinión mundial. Y en los dos casos recordados más arriba fue más halcón que paloma. Es difícil situar el significado político de la destitución del mariscal Ogarkov; pero, en todo caso, es inevitable relacionarla con dos coyunturas fundamentales por las que está atravesando la dirección soviética. De una parte, la sucesión de Chernenko -aunque éste haya reaparecido en una distribución de medallas- está planteada en un plazo más o menos cercano. No cabe duda de que Ogarkov contribuía a elevar el protagonismo de los militares en un momento de transición; todo indica que, al morir Breznev, su papel fue determinante en la designación de Andropov; es decir, en apartar a Chernenko, que entonces era el sucesor designado. De otra parte, la dirección soviética, ante opciones decisivas de política internacional, las relaciones con Occidente y asimismo las contradicciones en el bloque del Este, está dando muestras de indecisión e inoperancia. La necesidad de reanudar, de alguna manera, la negociación nuclear con EE UU es un imperativo absoluto en el mundo, de hoy. La URSS no puede embarcarse en una carrera desenfrenada de armamentos nucleares. Que se haya opuesto a actitudes dialogantes de la RDA o de Bulgaria no significa que no tenga que preparar una evolución de la actitud cerril que viene sosteniendo. Quizás el anuncio de que Gromyko estaría dispuesto a encontrarse con Reagan se enmarca en esa línea de intentos de deshielo. Por lo demás, es posible que, en algunas de las grandes opciones de política exterior y militar, el mariscal Ogarkov haya adoptado posiciones en punta que choquen con las de otros sectores. Lo que en definitiva no parece dudoso es que se está desarrollando una fuerte pugna en la cumbre soviética, y que afecta lo mismo a la política que al poder militar.
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