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El Papa pronuncia a su llegada a Quebec uno de los discursos más tolerantes y humildes que ha dirigido en todos sus viajes

Juan Arias

ENVIADO ESPECIAL, Juan, Pablo Il pronunció ayer, a su llegada a Canadá, uno de los discursos de tono más dialogante oídos en todos sus viajes. Con palabras tales como "deseo haceros algunas preguntas y escuchar las vuestras" o "mi palabra no pretende dar respuestas a todas vuestras dudas", el Papa apareció en Quebec como un humilde "peregrino y testigo de lo que están viviendo los hombres y las mujeres de nuestro tiempo" tal y como él mismo manifestó. Juan Pablo II fue recibido en el aeropuerto de Quebec con una ceremonia sobria, impecable, a la inglesa, por los sólo 600 invitados oficiales y con un gran entusiasmo multitudinario, en las calles.

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El papa Wojtila bajó del avión, tras ocho horas y media de vuelo, con un sol espléndido, sin manto rojo y con el solideo en la mano para que no se lo llevase un fuerte viento otoñal. En el mismo instante en que besaba la tierra sonó, seca, la primera de las 21 salvas de cañón reservadas a los jefes de Estado, y el estampido provocó en él un reflejo incontenible de sobresalto.Nunca Juan Pablo II se había presentado tan dialogante y desarmado como ayer en su primer discurso en Canadá: "Vengo entre vosotros", dijo al poco de bajar del avión, que llegó a Quebec a las 11.30 horas (17.30, hora peninsular), "como vuestro hermano de humanidad, obediente a Jesucristo". "Deseo haceros algunas preguntas y escuchar también las vuestras", continuó. "Mi palabra no pretende dar una respuesta a todas vuestras dudas y mucho menos sustituir a vuestra búsqueda personal". Le recibió oficialmente en el aeropuerto una mujer, Jeanne Sauvé, gobernadora general de Canadá. Sauvé fue presidenta de Acción Católica y declaró en su discurso de bienvenida que "Dios no ha muerto".

Juan Pablo II le respondió que Quebec fue la primera Iglesia católica de la América del Norte y exaltó la laboriosidad de los canadienses, asegurándoles que no llegaba a Canadá como jefe de Estado, sino corno "peregrino y testigo de lo que están viviendo los hombres y las mujeres de nuestro tiempo". El papa Woytila se definió a sí mismo como "un hombre consciente de la crisis espiritual de nuestro tiempo, preocupado por la justicia y que confía en las posibilidades del corazón humano".

El Papa también fue recibido en el aeropuerto de Quebec por el primer ministro saliente, el católico John Tumer, y por el cardenal Carter.

Más de 30.000 policías han sido movilizados en Canadá para proteger a Juan Pablo II. Las autoridades no ocultan una cierta preocupación por la multiplicación de las amenazas contra su vida: han sido materialmente arrancados todos los contenedores de basura de las calles por donde pasará el Papa, lo mismo que los buzones, y se han sellado las bocas de las alcantarillas; una comisión policial inspeccionará hasta los cirios de los altares donde celebrará misa, y se ha ordenado una especial vigilancia sobre las sedes de las diversas sectas religiosas extremistas, algunas de las cuales. como los Adoradores de Satanás, han manifestado su deseo de asesinar al Papa.

El entusiasmo en Quebec, donde viven la mitad de los católicos canadienses, es enorme. Baste como muestra espectacular el hecho de que un hotel ha pintado toda la fachada con Ios colores vaticanos.

El Papa pidió por la tarde a los canadienses, en el estadio de la Universidad de Laval, que no acepten nunca "el divorcio entre fe y cultura". Les puso en guardia contra lo que él llamó "la industria cultural" y les exhortó para que su cultura antigua, "abierta al pluralismo", sea capaz de "integrar la modernidad de América sin renegar de su profunda humanidad". "Una humanidad", añadió el Papa, mientras recibía muchos aplausos, "que tiene su origen, sin ningún género de duda, en el hecho de que os habéis nutrido a los pechos del cristianismo".

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