El inicio de la glaciación
Y ésta vez parece que va en serio. Ese enorme dinosaurio llamado heavy-metal parece lanzar ya el canto del cisne a través esforzados solos de guitarra, momentos tan esperados por el público adepto como el entrar a matar en los toros o la culminación del aria de la soprano en la ópera.El dinosaurio se repliega, como hizo siempre, hacia parajes más cálidos. Tal vez por eso Iron Maiden escoge el antiguo y tórrido Egipto como fondo estético para su último álbum, Power slave, y para su tercera gira mundial.
De entre todos los que cultivan este poco sutil género, los más esforzados en encontrar salidas innovadoras para romper el vicioso círculo de la regresión continua. Si la música no puede evolucionar, que por lo menos el aparato escénico sea lo suficientemente apabullante como para subyugar al máximo la atención del respetable.
Iron Maiden
Concierto. Grupo telonero: The Accept.Estadio Román Valrro. Madrid, 3 de septiembre.
Becerros y momias
Las imágenes del último disco cobran volumen en el escenario, becerros sagrados y momias gigantescas incluidas. Y, merced a un hábil juego de telones, se pasa de la cámara mortuoria a la corte del faraón en un abrir y cerrar de ojos.Y las prodigiosas luces, una gigantesca estrella compuesta de módulos individuales que se juntan y separan sobre las cabezas de los músicos, suben y bajan, derrochan luminosidad o se sumen en tenebrosos ambientes de luz negra.
Y así, efecto tras éfecto, las canciones de este quinteto británico pasan a un lógico segundo plano del que no salen ni siquiera cuando son sus éxitos más sonados, Number of the Beast o Killers. Incluso el volumen no se corresponde a la magnitud de lo que se está viendo.
Juegos guitarreros
Los entrelazados juegos guitarreros de Dave Murray y Adrian Smith resultan empequeñecidos por el ambiente megalómano. Y Bruce Dickinson suda el estrecho traje brillante y pone a prueba las venas de su cuello mientras canta con falsete desgarrado, propio del estilo, intentando contagiar de su pasión a los coleguitas en trance de las primeras filas.El resultado, sin ánimo de ofender, es hortera. Probablemente el público que asistió no comparta estas conclusiones. Pero un dato significativo lo constituye el hecho de que en un país hasta ahora tan proclive al fenómeno heavy como éste, Iron Maiden no consiga llenar un estadio.
Poco más de media entrada registró el césped futbolero. Tal vez España no sea ya un lugar lo suficientemente cálido para los dinosaurios.
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