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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paz civil en Colombia

DESPUÉS DE un suspense sostenido durante unas horas más de lo previsto, el grupo guerrillero M-19 ha firmado una tregua con el Gobierno colombiano. Con este compromiso son ya tres los movimientos guerrilleros que se suman a la tregua. En abril fueron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ligadas al partido comunista; hace dos días, el Ejército Popular de Liberación; y ahora, el M-19, cuyos dirigentes Iván Mar no Ospina y Álvaro Fayad abrieron el camino de la negociación en la entrevista que celebraron en Madrid con el presidente Betancur en octubre de 1983. La paz civil empieza a reinar en Colombia, aunque sea en condiciones aún precarias. Es éste un paso histórico cuya trascendencia no sería fácil exagerar. La guerrilla ha sido un fenómeno endémico en el país caribeño desde hace casi 40 años, generando una inestabilidad permanente en toda la vida nacional, amén de incontables sufrimientos para la población. Por eso lo más significativo del momento actual es, sin duda; la explosión de alegría que se ha producido en amplias zonas del país y en la misma,capital, Bogotá, en cuyas paredes florecen palomas en señal de paz. Es lógico que el pueblo colombiano tenga la sensación de que empieza a escribir una nueva página de su historia, y con un horizonte más claro. Pero esta alegría popular tiene, sobre todo, un profundo significado político: si la actitud audaz del presidente Belisario Betancur no pudiese contar con un respaldo popular suficiente, los peligros de un fracaso irreparable se harían notar contundentemente. Las condiciones mismas que han rodeado la firma de la tregua en Corinto ponen de relieve los enormes obstáculos que se levantan en el propio aparato del Estado, en el camino de la tregua y de la paz. No se puede olvidar que durante un plazo de decenios amplias regiones de Colombia han estado encerradas en un círculo vicioso de odios y venganzas; solamente In los 20 últimos años se calcula que se han producido no menos de 72.000 muertes como consecuencia de los enfrentamientos entre guerrillas y fuerzas armadas del Gobierno. En todo caso, el obstáculo fundamental para que pueda avanzar y consolidarse un proceso de paz reside en sectores significativos del Ejército. Conviene recordar que la primera batalla que tuvo que ganar Betancur para poder iniciar las gestiones que han desembocado en las recientes treguas fue la de imponer el principio de que las decisiones políticas las toma el poder civil, y de que el deber de los militares es obedecer. Antes de la firma de la tregua con las FARC, en abril, tuvo incluso que destituir al general Fernando Landazábal, entonces ministro de Defensa, que se había manifestado en contra de la política definida por el presidente. En realidad, los sabotajes a las negociaciones con las guerrillas han sido permanentes; el asesinato de Carlos Toledo Plata, un dirigente guerrillero que había vuelto a la vida civil, fue una provocación que estuvo a punto de tirar por tierra todos los esfuerzos de acercamiento por ambas partes. El peligro de que se repitan incidentes provocados por los que no quieren la avenencia, más probablemente de origen militar que del campo opuesto, es muy serio. La paz es frágil. Sólo adquirirá bases más sólidas si se realizan avances efectivos en la democratización del país.

En el seno de los diversos movimientos guerrilleros, la actitud actual es fruto de una evolución profunda, que se resume en una pérdida de confianza en la eficacia de la lucha armada para lograr determinados objetivos. Una originalidad de Colombia es la de que, al lado de grupos de inspiración marxista revolucionaria, el grupo M-19 responde a una tradición nacionalista radical, que prefiere invocar el recuerdo de Bolívar que los eslóganes de Marx o de Mao. Pero con independencia de si se perseguía un ideal u otro, la evolución de América Latina en los últimos años evidenciaba la inutilidad, el absurdo de una lucha muy costosa y sin perspectiva. El desgaste interno, el debilitamiento de las guerrillas, era patente desde hace bastante tiempo.

El principal mérito de Belisario Betancur, y doblemente para un político conservador, ha sido concebir una solución fuera de los caminos trillados, en oposición incluso a los esquemas mentales tradicionales, que ven en los grupos guerrilleros la mano del exterior y la criminalidad del terrorismo; ha buscado con inteligencia una vía que permita separar la violencia, siempre execrable y odiosa, de la legitimidad de determinadas reivindicaciones de mejora de la situación de masas terriblemente explotadas, aunque esas reivindicaciones se hayan expresado con formas violentas. Por eso los acuerdos de tregua no son definitivos: varios grupos guerrilleros conservan las armas. Se abre un diálogo nacional, enfocado a que la democracia colombiana logre de verdad integrar a todo el país. El presidente ha asumido públicamente el compromiso de realizar cambios y reformas en beneficio de los sectores más pobres. Es un camino sembrado de dificultades; una solución atípica, imaginativa, compleja. En su base hay, sin duda, por parte de unos y otros, un acto de fe en el desarrollo de la democracia.

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No cabe duda de que Betancur es hoy uno de los políticos de más estatura del continente. El presidente colombiano ha demostrado tener cualidades poco comunes como capacidad de innovación y una visión abierta del futuro. En los diversos países latinoamericanos, los problemas de la violencia tienen rasgos específicos. Pero un fenómeno básico bastante general es la existencia de situaciones de extrema desigualdad social y de marginación de masas inmensas, sobre todo en el campo, y la incapacidad de un sistema representativo y democrático, al menos formalmente, de lograr una presencia en la vida política de un porcentaje respetable de la ciudadanía. Ese fenómeno puede crear un terreno favorable para la aparición de movimientos basados en la violencia. La forma en la que Betancur ha enfocado el problema de la guerrilla, la solución parcial, progresiva, que ha propiciado, merece atenta reflexión. Cabe esperar que el ejemplo colombiano pueda irradiar a otros países del continente latinoamericano.

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