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Reportaje:

El auge del integrismo islámico y el desempleo amenazan a los derechos femeninos en Túnez

La mujer tunecina, como la marroquí y la argelina, teme por su futuro. En Argelia, la mujer acaba de ganar una primera batalla al votar la Asamblea Popular Argelina un Código de la Familia que, sin ser igual de avanzado que el tunecino, ha ignorado las restricciones que los más retrógrados querían imponer a las libertades y derechos -difícilmente logrados- de la mujer. En Marruecos, existe en estudio un proyecto de estatuto personal y Código de la Familia que, aunque incluye aspectos positivos con respecto al actual, es considerado regresivo en lo que a la mujer concierne.

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El estatuto personal de la mujer tunecina, que data de 1957, es, con mucho, el más avanzado de los tres. Pero en el presente es objeto de ataques, hasta el punto de que la mujer tunecina teme hoy por lo que ocurrirá con sus derechos cuando desaparezca del poder Habib Burguiba.

Peor aún, como afirmaba Bochra Bel Hadj, abogada y de la Asociación de Mujeres Democráticas de Túnez: la legislación no basta, sino que es necesario que la práctica legislativa se corresponda con ella. De hecho, y según las propias mujeres, en Túnez la legislación relativa a la mujer corresponde, más o menos, al avance de las mentalidades; en Argelia, la legislación va por delante de esas mismas mentalidades, y en Marruecos, la evolución de las mentalidades va muy por delante de la legislación.

La crisis económica, el paro, el crecimiento demográfico galopante, el auge del islamismo y el hecho de que las mentalidades y las sociedades magrebíes no han evolucionado demasiado en estos temas después de sus procesos de independencia, actúan, objetivamente, contra los derechos de la mujer más elementales.

En Túnez, el desempleo y la crisis han desempolvado el viejo argumento de por qué una mujer ha de ocupar puestos de trabajo que podría desempeñar un padre de familia. En Argelia, un país tradicionalmente de fuerte emigración laboral, ese argumento siempre fue esgrimido contra la mujer. En Marruecos, la pretensión es escasamente válida, porque el 27% de las mujeres que trabajan son "madres de familia", es decir, que ellas son la única fuente de ingresos familiares.

Las propias mujeres reconocen, sin embargo -al menos en Túnez y en Marruecos- que el integrismo islámico, con sus ambiciones confesas de aplicar la rígida charia (ley) coránica, no constituye la principal amenaza para los actuales derechos de la mujer árabe.

Si bien todas temen al integrismo extremista que viene de Irán, el islamismo moderado no es tan temible para ellas como la sociedad tradicional, el feudalismo -aún ampliamente extendido en las zonas rurales- y la mentalidad de una cierta clase media, sobre todo, que no ha asimilado la liberación de la mujer y que no se habitúa a codearse con ellas en la calle, en los cafés, en las playas y en los centros de trabajo.

Revisar lo hecho

El argumento más reciente contrario a la liberación de la mujer -esgrimido curiosamente a este corresponsal tanto por mujeres integristas como por Fatia Mzali, ministra tunecina de la Familia y la Promoción Femenina- es que "es necesario reevaluar los resultados que ha dado la liberación de la mujer". Sostiene que, en las sociedades: europeas, la liberación de la mujer ha tenido como resultado la ruptura de la célula familiar, la disminución alarmante del crecimiento demográfico, y se pregunta si en las sociedades magrebíes no ocurre ya algo parecido.El islamismo en Túnez, como en Marruecos, se ampara en un cierto pluralismo democrático existente y aspira a transformarse en partido político. En Argelia, el monopolio del partido único impide esta reivindicación.

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