Salzburgo, bajo la sombra de una 'dictadura artística'
Herbert von Karajan sigue siendo el principal atractivo del festival musical
El presente Festival de Salzburgo, en Austria, renueva la preponderancia que el carácter polémico del maestro Herbert von Karajan tiene sobre este importante certamen musical. Las recientes disputas que Karajan ha sostenido con la Filarmónica de Berlín, que es la orquesta en la que figura como titular, han avivado este año el interés que siempre existe sobre su figura. En cuanto al propio festival salzburgués, a pesar de que se inició con un montaje de Macbeth, de Verdi, no empezó realmente hasta que Karajan se subió al podio para dirigir El caballero de la rosa, la obra de Richard Strauss.
Herbert von Karajan es, sin lugar a dudas, una de las personas más famosas de Austria y, hoy por hoy, el rey del festival de Salzburgo. Y no es que Karajan sea un dictador, que por otro lado quizá lo sea; es que Salzburgo se doblega a sus gustos y a los de la cultura que él ha creado. En Salzburgo se cuenta la anécdota de una reunión entre Bernstein, Böhm y Karajan para discutir quién era el mejor de los tres. Bernstein mantenia que él era, además de director, un gran compositor. Böhm mantenía que una noche Dios se le apareció diciéndole que él era el auténtico continuador de la tradición mozartiana, y rápidamente Karajan contestó: "¡Yo no recuerdo haberte dicho nada, querido Karl!". Y Herbert escoge programas y artistas, y por eso, aunque él haya querido que el festival se inaugurase con el Macbeth de Verdi, dirigido por el joven y prometedor Chailly, lo cierto es que el auténtico festival no se inició hasta que el maestro subió al podio para dirigir El caballero de la rosa en retransmisión televisivapara todo el mundo. Para esa fecha llegaron los ricos en sus Mercedes y esmóquines blancos al hotel Goldener Hireh para hacer del festival su juego, de la cultura su teatro y de la ciudad su escenario.
Favoritismo
Esta es la cultura que Karajan desplaza a Salzburgo y la que influye en todas las actividades artísticas. Por eso, cuando hace un año Karajan no pudo dirigir en su festival de Pentecostés, y aunque el también famoso Maazel le sustituyó, lo cierto es que más de un 30% de las. entradas fueron devueltas. Las localidades son carísimas, unas 20.000 pesetas la butaca, y normalmente dificilísimas de conseguir. Se cuenta que este año, con las peticiones desatendidas para el Requiem de Verdi, dirigida por el todopoderoso una sola vez, se podría llenar cinco veces el Grosses Festspiel Haus, sala de 2.200 localidades. Si con estos precios el festival llega a cubrir el 75% de sus costes, aportando el ayuntamiento y el Gobierno austriaco el 25% restante, lo que para ellos, dado el abundante y escogido turismo que proporciona el festival, es un negocio redondo. Tanto, que no hay dinero para subvencionar otras organizaciones culturales, que se quejan del favoritismo hacia Karajan y sus actividades.Como ya se ha dicho, este año el festival se ha inaugurado con un nuevo montaje del Macbeth de Verdi, realizado por el afamado y formalmente acertado Piero Faggioni; pero en esta ocasión ha pesado mucho sobre él y su decorador la cultura Karajan. Los escenarios sitúan la acción en un tétrico país imaginario, medio faraónico, medio austro-húngaro. Junto a enormes paredes rocosas, apenas iluminadas, desfilan soldados con penachos y satinadas armaduras recubiertas de bellas capas blancas rodeando a unos reyes enfundados en vestidos de purpurina y rojo. La tragedia de Shakespeare se convierte así en una pantomima poco creíble, y aunque existen aciertos en algunos cuadros, especialmente los exteriores, siempre hay algo que viene a perturbar toda su credibilidad.
La dirección orquestal de Ricarcho Chailly resulta convincente, logrando sus mejores momentos en los pasajes dramáticos, en los que escuchar a la Filarmónica de Viena supone un auténtico placer. Piero Capuccilli canta, mas que interpreta, a Macbeth. Sus movimientos en escena son parcos y, vocalmente, las matizaciones escasas. Conserva una voz timbrada y potente, que a veces ya se decolora en el registro agudo cuando es atacado en forte. A su lado, como Lady Macbeth, hacía su presentación en Salzburgo la soprano búlgara Ghena Dimitrova, quien hace poco cantó Tosca, Nabucco y Attila en España, y el año próximo interpretará precisamente este mismo papel en el festival madrileño. Su voz es de un volumen que sólo admite comparación con el de Ángeles Gulin, y como a ella, aunque en menor grado, también le ocasiona problemas de control: el primer aria resultó algo chillada, y la escena del brindis, demasiado ligera para sus facultades. En cualquier caso, alcanzó momentos magníficos en sus dos arias finales, y en los próximos años será la gran voz de la actualidad. Luis Lima, mejorando día a día, y Nicolay Ghiaurov, cantando con elegancia y sin forzar, completaron el espléndido reparto.
Estreno de Berio
Otro esperado momento correspondió al estreno mundial de la nueva obra de Luciano Berio, Un re in ascolto, que él mismo titula acción y no ópera. Se trata de una pieza circense en la que resultó más interesante el montaje escénico de Friedrich que la propia música. Los intérpretes, entre los que se contaban Theo Adam, Karem Armstrong y Patricia Wise, defendieron como pudieron sus roles sin que estuvieran demasiado convencidos de su valía musical, lo que tampoco le sucedió a un Lorin Maazel que apenas apareció por los ensayos, delegando gran parte de ellos a su asistente y llevándose, en cambio, al público de calle con unos efectistas gestos en el podio.Y junto a ambas novedades, un montaje ya experimentado y aplaudido: el Così fan tutte, de Mozart, con escenografía del dúo Hampe-Pagino y dirección orquestal de Riccardo Muti. Decorado y movimiento escénico son bellísimos. Un fondo permanente con el mar, una bahía con casas colgando de los acantilados, que recuerda a Nápoles, cede paso a los decorados del jardín y la casa donde se desarrolla la acción. Todo se halla cuidado hasta en el menor detalle, y lo mismo sucede con la dirección técnica, cuyo único defecto es que cada año se vuelve más romántica. El plantel de cantantes no puede encontrarse más conjuntado. Son voces perfectamente acopladas unas con otras, aunque individualmente no reúnan la calidad de las figuras que habitualmente cantaban esta obra con Böhm. Pero Margaret Marshall, Ann Murray, Jame, Morris, Francisco Araiza, Kathleen, Battle y el veterano Sexto Bruscantini son además magníficos actores.
Precisamente una figura habitual como Dorabella, la gran mezzo Christa Ludwig, concedió un recital con obras de Strauss y Wolf en el que demostró su ausencia total de lirismo, su elegancia, madurez y saber hacer, que le permitía interpretar cada pieza sin ningún esfuerzo.
Hasta final de mes continuarán representaciones de estas obras, del Idomeneo (sin Pavarotti, ya que se ha dañado una pierna), El caballero de la rosa, La flauta mágica, recitales y conciertos, entre los que sobresalen sendos de Karajan, quien hace unas semanas envió un telegrama a los músicos de la Filarmónica de Berlín felicitándose por su futuro encuentro en Salzburgo, obteniendo como respuesta la negativa de la orquesta a participar con él. Las relaciones han concluido prácticamente tras los múltiples conflictos de intereses. Karajan no se amedrentó y rápidamente ha sustituido esta formación por la Filarmónica de Viena sin más que variar los programas y trasladar los conciertos a las mañanas, ya que por la tarde esa misma orquesta se encuentra en el foso de la Ópera.
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