Los partidos peruanos preparan las elecciones en medio de una profunda crisis económica
CARLOS MENDO, ENVIADO ESPECIAL
Cerca de un tercio de la población de Perú, que según el último censo asciende a poco más de 18 millones de habitantes, vive en Lima, la capital del antiguo virreinato que fundara el extremeño Francisco de Pizarro el 18 de enero de 1535, y que el próximo año conmemora el 450º aniversario de su fundación. En el siglo XVI, aparentemente, la fiesta de la Epifanía era movible, y en el año de la fundación de Lima se celebró el 18 de enero, en lugar del 6, como ahora. Por eso Pizarro la denominó Ciudad de los Reyes, en honor de Melchor, Gaspar y Baltasar, y por eso, en el escudo de la capital peruana campean tres coronas, igual que en el escudo de Copenhague, aunque en el caso danés correspondan a las tres coronas escandinavas, y no a los magos.
La gran extensión de la capital de Perú, que puede desparramarse por el valle del Rimac de Norte a Sur, y cuyo crecimiento sólo está limitado por la cordillera, al Este, hace que Lima no produzca el agobio de otras capitales latinoamericanas, constreñidas en su crecimiento por el mar o la montaña, como Río de Janeiro. Resulta, por tanto, injusta la calificación de Cálcuta del Pacífico que algunos se empeñan en aplicarle, sin duda porque no han visitado la capital bengalí. En Lima hay pobreza, y mucha. Los campesinos han bajado de la sierra, donde su subsistencia era mísera, y han invadido la capital, donde quizá sea todavía más mísera. En la mayoría de los casos no encuentran trabajo, debido a su falta total de especialización, y viven a salto de mata, dedicados a las actividades más diversas, desde los limpiabotas a los limpiacoches en cuanto alguien aparca su auto en una terraza de los barrios residenciales.
Pero lo que es indiscutible es que la vieja Lima, la de las grandes plazas, como la de San Martín y la maravillosa plaza de Armas que, como en tantas ciudades españolas, reúne en un cuadrado perfecto el palacio del Gobierno, la catedral y la municipalidad, se está desmoronando, está dilapidated, como diría un inglés. Las casas están sucias; las fachadas, pintadas de rosa para resaltar de la eterna nube gris que cubre en invierno la ciudad, están desconchadas, y los maravillosos balcones y balconadas de madera de la época del virreinato no han sido pintados o barnizados en años.
Sólo los barrios residenciales de San Isidro, Miraflores y Barranco, a orillas del Pacífico, y ligados al centro por una especie de M-30 no circular, como en el caso de Madrid, sino que va de Norte a Sur, mantienen una apariencia como en los buenos tiempos. Naturalmente, en ellos sólo habitan los peruanos ricos, los extranjeros que trabajan en las multinacionales instaladas en Perú, los diplomáticos y los notables de la industria, el comercio o las letras del país, como el escritor Mario Vargas Llosa. Pero, incluso en esos barrios, las calles están mal cuidadas y los baches están a la orden del día.
Curiosamente, la desaparición física de la gran cantora de la Lima tradicional, Chabuca Grande, ha coincidido con el tremendo deterioro que sufre la ciudad. Como en el valsecito de Chabuca, "la vereda se sigue estremeciendo al ritmo de las caderas" de las limeñas, pero el contoneo no es erótico, sino producido por los baches y el absoluto y lamentable estado en que se encuentra la famosa alameda de la canción. La alameda, construida por el virrey Amat para su querida, La Perricholi, se ha convertido en un polvoriento camino destartalado.
Panorama político
Cinco formaciones políticas competirán en las próximas elecciones generales, a celebrar el 14 de abril próximo, previsiblemente sin que, para entonces, se haya superado la gravísima crisis económica.
Según todos los expertos políticos peruanos, ninguna obtendrá la mayoría de la mitad más uno prevista por la ley electoral para proclamarse vencedora en. la primera vuelta. Aunque faltan todavía ocho meses para las elecciones, la unanimidad de los comentaristas políticos coincide en afirmar que sería necesaria, como ha ocurrido en el vecino Ecuador, una segunda. vuelta, donde el ganador será decidido por una política de pactos y alianzas previos, incluso entre aparentemente partidos de ideologías totalmente diversas.
También es cierto que, de acuerdo con todos los pronósticos, el partido socialdemócrata (APRA), en estos momentos, va muy por delante del resto de sus competidores. Según una encuesta publicada en el último número de la respetada revista Caretas, y realizada por Datum, el APRA, fundado en 1930 por uno de los grandes de la política latinoamericana, Víctor Raúl Haya de la Torre, y de cuya muerte se cumplen ahora cinco años, encabeza las intenciones de voto de los peruanos, con un 40%, mientras que su joven líder, Alan García, está todavía por encima de su partido, con un 45% (imposible ser proclamado en la primera vuelta si no se tiene la mitad más uno devotos).
El segundo lugar en Lima lo ocupa el Partido Popular Cristiano de Bedoya, con el 11,4%, y el tercero y cuarto lugar se lo reparten la coalición Izquierda Unida, un conglomerado de partidos marxista-leninistas sucesivamente escindidos de los varios partidos comunistas peruanos, y uno socialcristiano, y el partido de centro-derecha del presidente Fernando Belaúnde Terry, Acción Popular.
Hay que recordar que Izquierda Unida obtuvo un resonante triunfo en las últimas elecciones municipales, entre ellas, la alcaldía de Lima.
Pero el deterioro de la gestión municipal ha hecho que la coalición baje en la capital al tercer lugar de las encuestas.
De acuerdo con los esquemas europeos, lo lógico sería que AP y PPC fueran a las elecciones de la mano, en una versión a la peruana de la Coalición Popular española, y el APRA se presentase con Izquierda Unida, en un frente desde la socialdemocracia a un socialismo de izquierda. Nadie predice en Perú que eso pueda ocurrir. Y esa es la oportunidad que espera el ex presidente general retirado Morales Bermúdez, que derrocó al general Velasco Alvarado en 1975 y restableció el proceso democrático que condujo a la victoria a Belaúnde en 1980, y que ha formado un quintó partido, o Frente de Unidad Nacional, que espera aglutinar en la segunda vuelta los descontentos de la derecha y la izquierda. "Es una posibilidad que no hay que descartar", me refería el comentarista político y subdirector de Caretas, Augusto Elmore. "Los peruanos tienen la tendencia a votar a los que han sido presidentes anteriormente si las cosas no están muy claras".
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