Vendedores a pie de semáforo.
El ciudadano que detiene su automóvil ante la luz roja de un semáforo madrileño puede verse sorprendido, sin apenas tiempo para darse cuenta, por un muchacho que asoma su rostro por la ventanilla y, con toda corrección, ofrece un paquete de pañuelos dé celulosa por 20 duros. No pide limosna ni cuenta una vida pródiga en desgracias, sino que ofrece una mercancía a, buen precio. El ciudadano puede aceptar o no la oferta. A veces, hasta agradece la oportunidad de comprar un producto que le va a servir de inmediato para eliminar el sudor del rostro o limpiarse las manos. Sin impuestos ni gastos de instalación, el negocio está en plena expansión. Alguno de estos jóvenes reconoce que obtiene unos beneficios de mil pesetas diarias. En la fotografía, un grupo de vendedores de semáforo en la calle de Francisco Silvela.
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