La competencia 'juega duro'
Cuando se trata de espionaje de primera división, sólo hay dos equipos en el terreno de juego: la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana y el Comité Estatal de Seguridad (KGB) soviético. Éste se ocupa del tipo de operaciones que lleva la CIA en Estados Unidos, pero hace mucho más: el KGB realiza las funciones de aplicación de la ley y contraespionaje asignadas en Estados Unidos al Buró Federal de Investigación (FBI), es responsable de las operaciones de desciframiento de claves que realiza el Consejo Nacional de Seguridad (NSC) norteamericano y dirige una guardia costera y una patrulla fronteriza de élite que no tienen equivalente en Estados Unidos.Con 90.000 altos funcionarios, más otros 150.000 de menor cuantía y técnicos, y el cuerpo fronterizo uniformado, de 250.000 hombres, el conjunto de fuerzas del KGB se aproxima al medio millón, varias veces el conjunto de personal de todas las agencias de espionaje estadounidenses.
Tiene su cuartel general en un complejo de tres edificios -incluyendo a Lubianka, la prisión tristemente célebre- en la plaza Dzerzhinski, en Moscú. Entre 1967 y 1982 el KGB estuvo dirigido por Yuri Andropov, que luego se convertiría en el presidente de la URSS. Andropov mejoró la calidad del personal y obligó al KGB a ponerse dentro de la ley, tras los excesos de la era de Stalin. El KGB está dirigido en la actualidad por un protegido del fallecido Andropov, el coronel general Victor Chebrikov.
El KGB tiene más agentes y más dinero que su equivalente norteamericano, y no hay un Congreso o una Prensa libre que estén constantemente vigilándolo.
El KGB ha tenido siempre fama de jugar duro. Hay un informe oficial italiano que insinúa que los sovieticos, por medio de Bulgaria, proyectaron el atentado contra el Papa en 1981. Sin embargo, hasta el KGB se ha visto afectado por la adversidad. William Casey, director de la CIA, afirma: "En 1983 el KGB sufrió la peor catástrofe de su historia, al desertar o ser expulsados 135 agentes soviéticos de más de 20 países de todos los continentes". Francia expulsó a 45, acusándoles de tratar de conseguir "información tecnológica y científica, especialmente en el terreno militar".
Se calcula que el Kremlin gastó durante los últimos años setenta 100 millones de dólares para impedir que Occidente desplegara la bomba de neutrones. Esta arma fue finalmente abandonada por el presidente Carter. Una campaña más ambiciosa todavía, destinada a impedir el despliegue en Europa d e los misiles norteamericanos Pershing 2 y de crucero, fue un fracaso.
En el contexto de la rivalidad entre ambas agencias de espionaje, el éxito más importante es conseguir plantar un topo en los niveles superiores del servicio rival. Se toma todo tipo de precauciones, pero el hecho de que Kim Philby, un funcionario del KGB, llegara a alcanzar uno de los primeros puestos del espionaje británico recuerda que ese peligro existe.
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