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El jefe de la artesanía

Un africano de piel blanca, de mediana estatura, vestido a la europea, pelo ensortijado, tez aceitunada, de origen libanés y residente en Las Palmas desde hace unos 10 años, es el jefe de los vendedores ambulantes de figuritas de artesanía africana, importadas de Dakar (Senegal), y el anfitrión de sus paisanos en Canarias. Prefiere ocultar su identidad para no "buscarme complicaciones con las autoridades españolas., ya que tengo negocios propios en la isla", cuando EL PAIS le localiza en una de las reuniones tradicionales que celebra con sus asalariados, todas las mañanas de los domingos, en el parque de Santa Catalina, en Las Palmas.Los empleados de los restaurantes radicados en el lugar le llaman, con cierta ironía, el "presidente de la OUA grancanaria". Nuestro informante estima que las medidas del gobierno civil contra sus hermanos de raza son "totalmente injustas e indiscriminadas", y añade: "Nos tratan en el aeropuerto como animales y no tienen con nosotros la misma consideración que con los europeos".

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Africanos en Canarias una presencia discutida

Señala que los africanos ilegales en Canarias no tienen ninguna relación con los vendedores ambulantes que trabajan a su servicio. Estos últimos viajan a las islas, según el mismo, pagándose un billete de avión Dakar-Las Palmas, que cuesta 37.000 pesetas. Permanecen en Cailarias por espacio de dos o tres meses, durante cuyo período reúnen dinero mediante la venta de productos artesanales. Con el resultado de su trabajo adquieren mercancía que envían a su país de origen. Este comercio les reporta unos ingresos suficientes para poder viajar, posteriormente, a Barcelona y desde allí a Francia. Durante el tiempo que permanecen en las islas alquilan entre tres o cuatro personas un apartamento por el que llegan a pagar un alquiler mensual que puede ascender a 15.000 pesetas.

"Los que crean problemas son los naturales de Nigeria, Gambia, Sierra Leona y otros países anglófonos que llegan aquí por el puerto", indica nuestro confidente. Según el mismo, estos africanos viajan camufiados en los barcos que tocan puerto en las islas. Los marineros o los capitanes los introducen, previamente, en los puertos de los países de origen, a cambio de que tales jóvenes les faciliten nativas y diversión durante la escala. "Vienen sin un duro y roban o venden droga para sacar unas perras y pagarse un billete a la Península, principalmente, a Barcelona".

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