El brillo de 'la carrera'
Un examen de ingreso, un curso y una oposición-concurso separan a cualquier licenciado universitario de formar parte de la carrera diplomática. Las escasas expectativas de empleo de los universitarios y el hecho de que hayan sido acortados los cursos han servido para democratizar socialmente la carrera. En los escalafones del cuerpo son menos ya los apellidos largos y resonantes, y bastantes los diplomáticos que reconocen que han aprendido idiomas "limpiando platos" en Londres o París.
El brillo de la carrera quedará limitado, después de las oposiciones, por unos magros presupuestos y un involuntario destino en un puesto C, en la mayor parte de los casos. El viejo palacio de Santa Cruz -desfasada sede central del Ministerio de Asuntos Exteriores- tiene el carácter ahorrativo de muchos de sus funcionarios veteranos.
A pesar de sus funciones, Exteriores es el segundo departamento más austero en el gasto telefónico, y sus presupuestos tienen partidas ridículas, sobre todo en lo consular, la cara del departamento más visible por los ciudadanos: con gran número de emigrantes y 300 españoles detenidos en el extranjero por uso o tráfico de drogas, se destinan sólo 15 millones de pesetas para repatriaciones y cinco millones para defensa jurídica.
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