10.000 actores y 84 pianistas, en las tres horas de apertura, gestada por un productor de Walt Disney
Más de 10.000 personas, entre ellas 84 pianistas, intervienen de 1.30 a 4.30 horas de la madrugada del domingo en España (TVE en directo por la primera cadena) en la ceremonia de apertura de los Juegos de la XXIII Olimpiada. Durante tres horas, un espectáculo calificado de "emocionante" por su autor, el productor de más de 500 películas, David Wolper, trata de superar el esplendor de ceremonias anteriores, con el listón muy alto, puesto precisamente en Moscú-80.
A la 1.30 de la madrugada del domingo, el impresionante helicóptero presidencial, de la US Air Force, aterrizará en el estadio de entrenamiento del Coliseo, situado en la Universidad del Sur de California. Todo está preparado. Ayer, solamente para ese aterrizaje, se suspendieron los entrenamientos de atletismo durante dos horas.Sonará el himno de los Estados Unidos y su presidente, Ronald Reagan, anunciará: "Proclamo la apertura de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, que celebran la XXIII Olimpiada de la Era Moderna".
Antes, Peter Ueberroth, presidente del Comité Organizador (LAOOC), habrá presentado al del COI, deseándole "la más cordial bienvenida". Samaranch, antes de invitar a Reagan a declarar inaugurados los Juegos, pronunciará unas palabras durante tres minutos, en las que señalará su "alegría" por la celebración de una cita olímpica más, a pesar de todo. No hará referencia alguna a su tristeza por todos los problemas previos ni a los tres meses más duros de su vida como dirigente deportivo, que le han hecho avejentar sensiblemente y a desear que todo termine, cuando estos Juegos Olímpicos iban a ser la culminación de su sueño. Ahora sólo tiene la esperanza de que en Seúl, en 1988, sí pueda producirse la reunión general de países participantes.
Samaranch alberga la amargura por unas ausencias importantes y un exceso de problemas, que le han llevado a exclamar: "¡Estoy deseando que llegue el 12 de agosto!".
La ceremonia inaugural de los Juegos fue preparada por David Wolper, productor de más de 500 películas, entre ellas la más conocida, Raíces. Wolper tomó el relevo tras retirarse el grupo dé Walt Disney, que no podía contar con los medios pedidos. Las dos ceremonias de apertura y clausura cuestan cinco millones de dólares (más de 800 millones de pesetas).
El motivo del programa es la historia de Estados Unidos, el orgullo nacional más exacerbado, a través de la evolución de su música y sus bailes. Del dixieland de Nueva Orleans se pasa al reciente Fama y al novísimo breakdance, sin olvidar, naturalmente, el jazz, y los espirituales negros con un homenaje al recientemente fallecido Count Basie y a George Gershwin; su Rhapsodie in blue es interpretada por 84 pianistas, en instrumentos gigantes colocados sobre la fachada principal.
La orquesta sinfónica, compuesta por 100 personas, es dirigida por John Williams, compositor de la música de películas como La guerra de las galaxias, Encuentros en la tercera fase o ET, y también del himno oficial de los Juegos de Los Ángeles. A sus órdenes interpretan 800 músicos de la banda Olympic All-american Marching Band, y un coro olímpico de 1.000 voces, reclutadas por todo el país, que se soltarán el pelo con When the saints go marchin'in.
La parte folklórica antes de la no menos tradicional suelta de 1.000 globos y 3.500 palomas y alguna que otra sorpresa que se guarda Wolper (nada extraña estando cerca de Hollywood), se completa con la presencia de grupos de cada uno de los países participantes. Los más numerosos son España y México, por poderosas razones históricas. Conchita Zapata, antiguo miembro de los Coros y Danzas, sale al frente de 80 participantes, ataviadas con trajes típicos.
Estados Unidos, para no ser menos, presentará grupos del far west y de la costa atlántica, ritmos portorriqueños de west side story y los discotequeros de Thriller, de Michael Jackson, por supuesto. No se han dejado nada.
El misterio de la llama
El último relevo de la antorcha olímpica es el secreto que Peter Ueberroth se ha guardado para los telespectadores de todo el mundo. Ueberroth ha aclarado que el Comité Olímpico Internacional permite incluso que Nadia Comaneci encienda el pebetero olímpico en el Coliseo. Según la Carta Olímpica debe ser una persona de la nación donde se organizan los Juegos, pero el LAOOC se ha saltado tantas veces el reglamento que la declaración no sorprendió a nadie.
El protagonismo de la ex gimnasta rumana, sin embargo, es muy dudoso, porque supondría una clara afrenta a la URSS, ya bastante molesta con la participación de Rumanía en contra de sus consignas. También se había rumoreado que el último relevo lo haría Emil Zatopek o Mark Spitz. La versión con más posibilidades, en cualquier caso, es que el pebetero lo va a encender un niño disminuido físico, como símbolo de la atención que un gran país deportivo tiene por los minusválidos. Éstos, además, tendrán sus pruebas de atletismo en silla de ruedas durante los Juegos, en 1.500 metros para los hombres y 800 para las mujeres.
Lo que no hay esta vez, dentro de la emoción, palabra con la que los organizadores califican la ceremonia, es la entrega de la bandera olímpica del alcalde de Moscú al de Los Ángeles, Tom Bradley. Es otro instante para recordar a los ausentes. En el Coliseo sólo van a estar dos soviéticos: Vitaly Smirnov, presidente del programa del COI, y el miembro más veterano, sin peso alguno, Konstantín Andrianov.
Ninguno de los dos tiene un servicio de seguridad más estricto, aparentemente, que otros dirigentes olímpicos. Smirnov, que llegó el día 20, entró ayer a la reunión de la 88ª sesión del COI acosado por periodistas norteamericanos:
- "¿Se siente usted inseguro aquí?".
- "No, pero es que apenas salgo del hotel".
- "¿No le hubiera gustado ir a Disneylandia, por ejemplo? Muchos de sus colegas olímpicos han ido, aprovechando la invitación del LAOOC...".
"!Ohhh...!".
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