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Falleció el director de cine Carlos Serrano de Osma

A los 68 años de edad, y de un súbito ataque al corazón, falleció en la madrugada de ayer, en Alicante, donde veraneaba, el director de cine, Carlos Serrano de Osma, a quien se deben algunas de las más insólitas y arriesgadas películas de los años de posguerra. Retenida su actividad por la timidez de los productores, abandonó el cine en 1960, pero continuó escribieno guiones que ya nunca dirigiría mientras, al tiempo, trabajaba con cierta regularidad en programas menores de Televisión Española.

Profesor durante algunos años en la Escuela Oficial de Cine, impartió asimismo un curso de dirección en el Centro Experimental de Cine de Roma. Últimamente, antes de obtener la jubilación, trabajó junto a Luis García Berlanga en los archivos de la Biblioteca Nacional.

Fue un director insólito. Desde que se acercara al cine como crítico, en los años 30, Serrano de Osma expresó su entusiasmo por las renovaciones formales. Cuando dirigió su primer filme, en 1947, Abel Sánchez, no sólo se inspiró en una novela de Unamuno, lo que entonces podía resultar herético, sino que ensayó encuadres y fórmulas narrativas que se colocaban en las antípodas del adocenado cine de la época. Su siguiente película, Embrujo, fue ya, definitivamente, un reto a la mentalidad de productores y censores, incluso del público. Contando en su reparto con Lola Flores y Manolo Caracol, la película se perfilaba como una obra "telúrica", con esbozos surrealistas, que desconcertó a todos, pero que hoy, contemplada por públicos más jóvenes, ha despertado entusiasmos: su proyección en el festival de Sevilla hace dos años le mereció, tardíamente, un premio de la crítica.

La batalla perdida

En los años 40 prolongó su actividad en una asombrosa versión de Parsifal y en la adaptación de La sirena negra, de Emilia Pardo Bazán, probablemente su mejor película: en ella, el rigor alternaba con la imaginación y el misterio, de forma que sigue siendo una obra sorprendente en el panorama de nuestro cine. Sus restantes trabajos lograron menos impacto: La sombra iluminada versaba sobre el mundo de los alienados, Rostro al mar, sobre los campos de concentración y La rosa roja, sobre la vida de La Parrala.Sus declaraciones, sin embargo, solían contradecir ese talante experimental. Serrano de Osma confesaba estar interesado "por un cine vivo, directo, sobre la realidad cotidiana, la problemática de nuestro país", ilusión que fue abandonando "porque no encontraba estímulos para ello y me fue cundiendo el desánimo". La batalla perdida contra quienes sólo se interesaban por un cine de fácil consumo le apartó de trabajos directamente creativos, pero seguía con interés la labor de cineastas más jóvenes, que solía analizar con pasión y objetividad.

Cordial, con una elegancia que en momentos podía parecer anacrónica, y con esa rara contradicción entre su calma exterior y el nervio trepidante de sus películas, Serrano de Osma fue una figura impar en la historia del cine español, aunque su filmografía no alcanzara un número de películas similar al de sus contemporáneos.

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