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Beirut fue ayer un inmenso caos, provocado por los familiares de Musulmanes y cristianos desaparecidos

Beirut fue ayer un inmenso caos, provocado por miles de familiares, musulmanes y cristianos, de desaparecidos de la guerra civil, que bloquearon los cruces entre los dos sectores de la ciudad, cortaron la circulación en las principales arterias, obligaron a cerrar a los comerciantes e incluso impidieron parcialmente el tráfico aéreo en el aeropuerto internacional de la capital, abierto por primera vez desde hace cinco meses.

La capacidad de movilización y la virulencia de este movimiento espontáneo, que desborda a las grandes milicias, ha sorprendido al Gobierno de Unión Nacional -integrado por los representantes de las facciones armadas y partidos confesionales-, que ayer buscó apresuradamente un compromiso con el comité de padres de detenidos-desaparecidos que permita normalizar la vida ciudadana.Tras ser recibida a mediodía por el presidente, Amín Gemayel, una delegación del mencionado comité anunció la conclusión de un acuerdo para la creación de una nueva comisión, más eficaz que la anterior, que se encargue de solucionar este penoso asunto.

Por muy enérgica que sea, sin embargo, la actuación de la nueva comisión sólo podrá conseguir la puesta en libertad de los cautivos aún con vida, que, a juzgar por las insinuaciones de los jefes de las facciones, no superan los 300, un 10% aproximadamente de presos censados.

Como en días anteriores, las madres musulmanas libanesas y palestinas de la plaza de mayo de Beirut se echaron a la calle de madrugada para, con sus acostumbrados utensilios -neumáticos, alambradas, piedras y hasta algún trozo de tronco de árbol-, impedir el tráfico en los cuatro cruces entre los barrios cristianos y musulmanes.

Comandos sin armas

Pero, a diferencia de lo sucedido la semana pasada, los padres no se manifestaron solos, y numerosos jóvenes, probablemente milicianos de paisano, solidarios de su protesta, se sumaron a su reivindicación recorriendo las calles con motocicletas, desde las que vociferaban con megáfonos que "el puerto, el aeropuerto y los cruces sólo serán reabiertos cuando esté solucionado el problema de los desaparecidos".

Otros grupos de adolescentes provistos de walkie-talkies y de palos, aunque carentes de armas de fuego, caminaban por las aceras intimidando a los tenderos, pero no a los farmacéuticos ni a los panaderos, a que echasen el cierre, y mientras los comerciantes acataban sus consejos los jóvenes colocaban en la calzada objetos heterogéneos, que obligaban a los automovilistas a aparcar sus vehículos y proseguir su ruta a pie.

Ni siquiera la autovía del aeropuerto se libró del cierre decretado por los familiares vindicativos, y numerosos pasajeros y empleados de la aviación civil o de la compañía aérea se quedaron a mitad de camino, hasta que, en una operación conjunta el Ejército y la milicia chiita Amal despejaron la vía de acceso a la terminal.

Más timoratos, los padres cristianos reanudaron ayer también su acción reivindicativa, interrumpida desde hace unos días, y, alentados por el ejemplo de sus compatriotas musulmanes, se concentraron en el llamado paso del Museo para pedir la liberación de los rehenes que permanezcan con vida. Pero en la zona cristiana de Beirut Este no se produjeron incidentes que perturbasen la vida cotidiana.

A última hora de ayer, los padres de los musulmanes desaparecidos decidieron poner fin a cuatro días de disturbios, levantar los bloqueos de la capital y sustituirlos por una sentada permanente ante la sede de la Administración de Bienes Religiosos musulmanes.

Prueba de que la seguridad ciudadana sigue siendo precaria en la capital libanesa es el secuestro del jefe de la delegación diplomática libia en Beirut, Mohamed Fayturi, que fue abordado a primeras de la tarde por un grupo de ocho hombres que no le liberaron hasta la noche. La organización chiita Brigadas del Sadr, que reivindica al imán del mismo nombre que despareció en 1978 cuando salía de Trípoli, reivi dicaron el secuestro.

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