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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones sin democracia

SE HAN celebrado el domingo unas elecciones en Guatemala para designar una Asamblea Constituyente. Diecisiete partidos, de orientación derechista o centrista, han presentado candidatos; una masa considerable ha votado. Hay que tener en cuenta que el voto era obligatorio, y que no era sólo el sentido cívico el que llevó a muchos ciudadanos a hacer cola desde las cuatro de la madrugada ante los colegios. En realidad, cuando se habla de elecciones, en el caso de Guatemala, conviene prescindir de una serie de connotaciones que la palabra elecciones suele sugerir. Se trata de elecciones sin libertad verdadera; sin democracia; sin respeto de los derechos humanos. Conviene situar este acontecimiento en el marco de la preocupación que existe en Washington por superar en Centroamérica la fórmula de las dictaduras militares. Incluso para desarrollar una estrategia de aislamiento y acoso de Nicaragua, la Administración Reagan necesita apoyarse en regímenes que ofrezcan, en lo posible, cierta legitimación democrática. En el caso de Guatemala, resulta particularmente difícil lograr ese objetivo. Parece como si la opinión pública internacional se hubiese ido acostumbrando, a lo largo de décadas, a considerar como algo casi normal la aplicación en dicho país de brutales métodos terroristas. Desde 1921, con sólo dos excepciones, los presidentes de Guatemala han sido militares; es un dato en sí significativo. En los últimos tiempos, las detenciones ilegales, las torturas, las desapariciones, las ejecuciones han sido una práctica permanente. Al menos en parte, la aparición de grupos guerrilleros en diversas zonas del país fue una forma de defensa para escapar a crueles represiones. A la vez, se creó con ello una base para la extensión de la violencia, de la que han sido principales víctimas los campesinos y las poblaciones indias; en masas considerables, éstas se han refugiado en el sur de México.Cuando el actual dictador, general Mejías Víctores, derribó a Ríos Montt, fanático de una secta protestante, anunció que pondría fin a los abusos y que convocaría elecciones, para convertir a Guatemala en una democracia. La realidad ha sido completamente diferente; y las elecciones han sido precedidas de un período en el que la aplicación de métodos terroristas se ha recrudecido. Así lo han denunciado la Iglesia católica y personalidades intelectuales como el rector de la Universidad San Carlos, la más importante del país. La carta pastoral de los obispos declara que "la violencia golpea a todas las clases de la sociedad, en particular a los campesinos". Se calcula que, desde octubre de 1983, unos 60 dirigentes o militantes de los partidos que se han inscrito para tomar parte en las elecciones han sido asesinados o han desaparecido. No sólo las fuerzas revolucionarias han desenmascarado el carácter antidemocrárico de las elecciones. En el mismo sentido se ha pronunciado la Internacional Socialista, en una reunión celebrada en Lima el 10 de mayo, y no ha participado en ellas el partido de Guatemala perteneciente a dicha internacional. De ese régimen de terror fue víctima directa la Embajada de España en Guatemala, asaltada por la policía en 1980 con una brutalidad inconcebible. Desde entonces, los diversos Gobiernos de Guatemala no han aceptado reconocer la responsabilidad de las autoridades en el asalto, ni tomar medidas con los culpables directos. Tal actitud hace que España no pueda ni pensar en un restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Pero este hecho confirma a la vez hasta qué punto el sistema de gobierno es incapaz de distanciarse de la violencia terrorista.

Con esos condicionamientos, era lógico prever que las elecciones diesen la victoria a la agrupación de dos fuerzas ultraderechistas: el MLN y el CAN, comparables a lo que representan en El Salvador ARENA y el comandante D'Aubuisson. Pero no ha sido así. Tampoco ha triunfado el otro partido tradicional, la democracia cristiana. Ha sido una sorpresa el éxito de la Unión del Centro Nacional, que ha obtenido el primer puesto en la capital y asimismo en los primeros resultados globales. Es un partido formado hace un año y que, con grandes medios publicitarios, ha propugnado un populismo demagógico de cara a las masas más pobres y ún centrismo muy moderado en los medios intelectuales y políticos. Su triunfo puede reflejar no sólo el repudio de los políticos más ligados al sistema dictatorial, sino un creciente cansancio hacia los partidos tradicionales. En cualquier caso, la Asamblea elegida no tiene otra función que la de redactar un proyecto de Constitución. El poder del general Mejías sigue intacto; y él mismo lo ha recalcado. Lo más probable es que hasta el año próximo, en el que se anuncian elecciones a la presidencia, no será posible advertir si se inicia cierto proceso evolutivo.

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