Juego peligroso
R. F. Los últimos ataques de la Fuerza Aérea de Irak contra navíos de Irán y de terceros países al Norte del Golfo Pérsico, implican una escalada casi sin retorno en la guerra irano-iraquí y hacen crecer el riesgo de generalización de la contienda hasta un nivel insólito desde el origen del conflicto, hace 45 meses. El compromiso de respetar los objetivos civiles terrestres y de no bombardearlos, conseguida valientemente de ambos beligerantes por el secretario general de la ONU Javier Pérez de Cuéllar, languidece a dos semanas escasas de su logro.
Militarmente, los ataques parecen orientados tanto a disuadir a Irán de iniciar su anunciada invasión del Arabistán iraquí, en el área de Basora, como a demostrar la desenvoltura de la aviación iraquí a la hora de alcanzar cualquier tipo de objetivo naval sobre el Norte del Golfo. A ello hay que sumar el minado de la salida del puerto iraní de Bandar Jomeini.
La zona es de una extremada sensibilidad para Irán, ya que por estos puertos recibe la mayor parte de sus suministros y aprovisionamientos no combustibles (Bandar Jomeini) y exporta sus principales envíos de crudo (isla de Jarq, Bushehr). Ambos son, pues, básicos para la economía iraní.
Pese a los esfuerzos realizados, Irán no ha logrado aún, por falta de infraestructura, desviar estos flujos comerciales hasta la soberbia rada natural de Chahabar, en la costa índica del Baluchistán iraní y solo lo ha conseguido muy parcialmente por Bandar Abbas.
Mediante estos ataques, Irak parece tratar de exhibir su fuerza también ante sus socios árabes en la guerra, algunos de los cuales (Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar, y sectores políticos kuwaitíes) habían reflexionado recientemente sobre la posibilidad de retirar su ayuda económica a Irak si Bagdad amplía la guerra al Golfo, lo que pone en serio peligro la supervivencia de estos pequeños petroestados.
El juego está cuajado de riesgos para todos, Irak incluido. Irán parece demostrar con hechos que no es un factor de inestabilidad en el mar, cada vez limita más sus ofensivas sobre el Pérsico. No desea, o no puede, llevar la guerra al Golfo. Irak, por el contrario, pretende extenderla. Todo ello es opinable. Pero lo que no admite duda es que acabar una guerra, como Bagdad argumenta desear, ampliándola de hecho, es una contradicción.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.