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Raúl Alfonsín pide al pueblo argentino un esfuerzo excepcional" para superar la crisis

Muertos de frío por un temporal polar que ha aislado a algunas provincias del Sur y ha dejado a medio Buenos Aires sin gas por saturación del consumo, los argentinos escucharon en la noche del miércoles al presidente Raúl Alfonsín reclamar austeridad y "un esfuerzo excepcional" para encarrilar la desbaratada situación económica y social que atraviesa el país. Baste recordar que, desde hace dos meses, un plan alimentario nacional promovido por el Gobierno reparte miles de cajones de comida a las madres de familia que tienen a sus hijos hambrientos.

Alfonsín, en un discurso que en llegó a ser patético, afirmó: "Cerrando los ojos y crispando los puños no vamos a lograr nada. Simplemente vamos a seguir engañándonos y pretendiendo desconocer una realidad que es dura, dificil, pero no insuperable".Tras informar de que, "literalmente, hemos recibido un estado de posguerra", Alfonsín dijo: "Es cierto que a veces, para seguir siendo hombres libres y seguir siendo ciudadanos de una nación, se necesitan héroes, pero esta vez pedimos simplemente cumplir con la ley y hacer el esfuerzo necesario para la consolidación de la democracia. Con una economía destruida, la democracia muere, y algún déspota exprimirá hasta el máximo a un pueblo que ya no puede defenderse. Todos sabemos lo que costó al país vivir fuera de la democracia: es exactamente lo que estamos pagando".

En tono kennedyano apeló a sus compatriotas: "No quiero que nadie dé algo a su país como un regalo, sino que todos hagan algo por su país. No pido que nadie haga algo por el Gobierno, sino que todos hagan algo con el Gobierno".

Alfonsín anunció un inmediato plan económico y social de recuperación, del que dio los siguientes enunciados: 30 días de gracia a los contribuyentes para poner en claro sus cuentas con Hacienda -"después de ese período comprenderán que es infinitamente más conveniente cumplir con sus obligaciones que hacer frente a la severidad de las medidas que se aplicarán"-; privatización de empresas públicas indebidamente endosadas al Estado; férreo ahorro del gasto público y eficacia de las empresas estatales; control del Banco Central sobre los movimientos financieros para que todos los créditos se destinen a crear riqueza social y no a la especulación; congelación de cualquier aumento de salarios reales para este año por encima del 8%; garantía del derecho de huelga, pero exigencia de que se lleve a cabo sólo tras agotar todos los plazos.

El discurso contuvo amargas quejas para la banca internacional y "la soberbia impunidad con que intenta levantar las tasas de interés". Pero donde alcanzó mayor lucidez fue al afirmar: "Como si fuera una guerra, existe una insidiosa campaña tendente a quebrar la resistencia de los argentinos con un escepticismo derrotista".

La dramática apelación presidencial, aceptada en términos generales, ha sido reputada de vaga, de retórica o de tardía. Y la exigencia de que se paguen los impuestos desbordó el escepticismo para derramarse en la carcajada: que las grandes, y en muchos casos venales, fortunas argentinas contribuyan a la redistribución de la riqueza mediante una correcta declaración de la renta es algo que ni siquiera logró Perón.

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