Sucesión aplazada en el comunísmo italiano
DA LA sensación de que el extraordinario prestigio alcanzado por la figura de Enrico Berlinguer, puesto de relieve en el momento de su muerte, está condicionando, e incluso dificultando, el proceso de su sucesión. La designación de Alessandro Natta como nuevo secretario general es más que un triunfo de los berlinguerianos en el comité central; tal triunfo se podría haber logrado en torno a otra persona; se trata más bien de una especie de reticencia, de temor a abrir una nueva etapa en la historia del partido; una voluntad de obtener, por encima de todo, que continúe la etapa de Berlinguer; que no se modifique la política definida por él. Por su carácter, por su historia, Natta es el continuismo en su máxima expresión. El PCI se ha caracterizado siempre por tener en su dirección un núcleo de fuertes personalidades políticas, cada una, lógicamente, con sus sensibilidades y tendencias propias. Eso, que es sin duda una riqueza y un factor de pluralismo (que en el PCI jugó incluso en tiempos de Togliatti), crea inevitables problemas cuando se plantea la necesidad de nombrar un nuevo secretario general. Cuando Berlinguer asumió la sucesión de Longo era un dirigente relativamente joven y no de los más conocidos; pero todos los líderes de máximo prestigio se pusieron de acuerdo en apoyarle precisamente a él como factor de síntesis en la cúspide del partido. Ahora, en teoría, hubiese podido pasar algo semejante en tomo a un dirigente joven, brillante, muy popular, como Achille Occhetto. No ha sido así; se han aplicado, sin duda, métodos nuevos, y en particular, una consulta mucho más extendida a las organizaciones del partido. Y el consenso se ha hecho en torno a la figura de un dirigente veterano como Natta, de mayor edad que el propio Berlinguer, colaborador directo, no ya de éste, sino de Togliatti y de Longo, y que en el último congreso había sido retirado de la secretaría y nombrado presidente de la comisión de control, un cargo que indica más bien el camino de una retirada de la política activa. No cabe duda que Natta goza de un gran respeto, incluso fuera del PCI, por su austeridad, honradez y modestia; pero no ha sido nunca una figura de primer plano; más bien, un hombre seguro y eficaz colocado en segunda fila. Su nombramiento facilita sobre todo que las cosas sigan igual en el seno del PCI, que no surjan elementos de división en un momento en que está ampliando su influencia y cuando tiene que hacer frente a una situación política complicadísima. Cabe decir, pues, que la sucesión, en el sentido pleno de la palabra, ha sido aplazada, probablemente hasta un próximo congreso, que quizá pueda ser convocado antes de su fecha estatutaria de 1987.Mucho dependerá de los acontecimientos que se van a desarrollar en Italia en los meses venideros. Al ser nombrado Alessandro Natta, han quedado descartadas las figuras más bien inclinadas a una apertura hacia el PS, como Napolitano o Lama. La línea de oposición dura en ese terreno va a ser mantenida; Natta acaba de declarar que el Gobierno Craxi debe caer inmediatamente. Las elecciones que han tenido lugar el domingo en la isla de Cerdeña, al confirmar las tendencias de las recientes elecciones al Parlamento Europeo, aportan nuevos argumentos en favor de esa posición: han sido castigados los partidos que componen el Gobierno; ha avanzado el PCI y más aún un nuevo partido nacionalista sardo de izquierda. Todo indica que la erosión del Gobierno de los cinco partidos que encabeza Craxi, desde fuera y desde dentro, se va a acentuar. En particular, el desgaste provocado por el debilitamiento de los pequeños partidos centristas asociados al PS, los escándalos derivados del descubrimiento de la logia masónica P2 -que expresan una verdadera degeneración de ciertas instituciones del Estado- no podrá ser evitado por un parche, como puede ser la salida del más comprometido de los ministros, el socialdemócrata Longo.
El problema de una nueva fórmula de gobierno para hacer frente a la crisis está planteado. Lo ha dado a entender el propio presidente de la República, Pertini. No es fácil imaginar por qué caminos se podrá materializar esa evolución de las fórmulas de gobierno que a todas luces Italia necesita. Pero, además de la fuerza confirmada del PCI, otros dos factores pueden desempeñar en ese orden un papel importante: en el seno del PSI crece abiertamente el descontento contra Craxi, que dirige a la vez el Gobierno y el partido con manos de hierro, anulando de hecho el papel propio del PS. La Democracia Cristiana, empezando por su dirección, está cansada de apoyar a Craxi en la presidencia del Gobierno, y considera la actual solución como un compás de espera, y en su seno se abre camino la idea de tener en cuenta, de una u otra forma, la realidad de la fuerza comunista. Natta es, en ese terreno, uno de los dirigentes comunistas más aptos para el diálogo con la Democracia Cristiana. Berlinguer dejó claro en muchas de sus últimas intervenciones que la consigna comunista de "alternativa democrática" tendía a un amplio acuerdo de fuerzas progresistas, desde el mundo católico a los socialistas y comunistas. No cabe duda que ésta será una concepción central en la gestión de Alessandro Natta que ahora se inicia.
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