_
_
_
_
Tribuna:La rehabilitación de los toxicómanos en España
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La heroína, un viaje sin retorno

Las comunidades terapéuticas privadas superan en número a los hospitales psiquiátricos

La irrupción de los opiáceos no llegó con el desembarco de Normandía, como ocurrió con las anfetaminas, que fueron descubiertas y depositadas en el rancho, horas antes del día D, para que los 300.000 soldados aliados no se marearan en la travesía del canal de la Mancha.Los opiáceos, por el contrario, tienen decenas de siglos de histo ria tras de sí, durante los cuales han permanecido ligados a una cultura y a una religión. Fuera de la liturgia en la que los sacerdotes suministran las dosis precisas, su tráfico y su ingestión han distor sionado la magia y la espiritualidad de la que han formado parte.

En una cultura como la occiden tal, que carece de estos ingredien tes, su ingestión en solitario, sin su bagaje histórico y religioso, provo ca unos efectos a cuál más patéticos, mírese por el lado de las víctimas mortales o por sus secuelas en los supervivientes. Según cálculos solventes, extrapolados de encuestas oficiales, España contabiliza en este momento más de 100.000 consumidores de heroína. Esta cifra, que supone un incremento de 20.000 nuevos adictos desde 1981 es más que alarmante si se compara con los registros de Estados Unidos, por ejemplo, donde el número de consumidores ha descen dido de los 700.000 de hace una década a los 500.000 de hoy.

Más información
Los circuitos de un 'yonqui'

La toxicomanía ha desbordado todas las previsiones imaginables en España. Las fuerzas de seguridad fueron las primeras en atribuir a los toxicómanos el 80% de los delitos que se cometen. Este por centaje ha sido ratificado por la Asociación Nacional de Médicos Forenses, que califica el fenómeno de auténtica epidemia, y a los toxicómanos, de enfermos. "De cara a la imputabilidad de los delitos es importante tenerlo en cuenta y conocer el grado de intoxicación", advierte su presidente, José Antonio García Andrade. "En el psiquiátrico penitenciario ingresan personas en estado lamentable. El toxicómano es un enfermo mental que necesita tratamiento hospitalario".

Con independencia del delito cometido, los forenses proponen a las autoridades judiciales que "impongan la curación de los enfermos en centros de internamiento no sólo como sistema de protección social, sino también de cara a la solidaridad general, en la que debe ser incluido el adicto que ha perdido su libertad frente a sí mismo".

La voz de alarma de los médicos forenses surge impulsada no sólo por la saturación de los juzgados con delincuentes toxicómanos -se les atribuye la comisión un 80% de los 50 delitos que se cometen al día en una gran ciudad-, sino por la frecuencia de reincidentes. "La gente está desamparada y no sabe dónde acudir para curarse o curar a su hijo", añade García Andrade. "Yo no soy enemigo de las granjas o de esos centros que tanto abundan, y que han surgido porque la sanidad ha sido desbordada, no estaba preparada para abordarlo. No soy enemigo de ellos, porque suponen una ayuda, pero también digo que hay que controlarlos".

La ausencia de centros sanitarios que cubran la asistencia al voluminoso número de toxicómanos ha generado una multiplicación espontánea de comunidades terapéuticas. Estos centros tienen su origen en un fenómeno mimético de un tipo especial de programas

desarrollado en Estados Unidos en la década de los cincuenta. En ellos late un confesado misticismo calvinista que contempla a la sociedad como un ente corrompido, deficiente y malo, del que el heroinómano se protege gracias a la comunidad. "Sólo tú puedes hacerlo, pero tú no puedes hacerlo solo", dice Mowrek, uno de sus teóricos, que define a las comunidades terapéuticas como un sistema comunal de curación y soporte para el toxicómano.

¿Qué se puede hacer con un drogadicto?, se preguntan en los hospitales cuando aparece un paciente con el mono. Después de sanarlo suministrándole metadona, se le envía a un centro psiquiátrico, cuando no a la calle. Superado el mono, el adicto vuelve a reincidir.

El único orificio de salida a esa situación es el que ofrecen las comunidades terapéuticas, donde ex toxicómanos que conocen muy bien cómo se pasa le brindan un hogar y unas esperanzas de curación. Ninguna de las más de 40 comunidades que hay en España tiene tres años de historia. Ese período es el que marcan los expertos como plazo mínimo para medir la curación de un ex toxicómano. Si al cabo de esos tres años el paciente se ha abstenido de ingerir droga dura, no ha practicado una conducta delictiva y ha conseguido su autonomía social puede considerársele dado de alta. Estos parámetros, establecidos por los norteamericanos, son los más fiables que se conocen en el mundo de la rehabilitación, donde, desgraciadamente, las cifras comprobadas al final de un proceso se mueven entre el 20% y el 30%. Sólo si se manejan datos optimismas se alcanza el 30% de curaciones.

Tres años a caballo

Pese a estos resultados desalentadores, la mayoría de las comunidades terapéuticas presume de cifras tres veces superiores, en ningún caso demostrables por lo que se refiere a España, donde, a pesar de la exuberante abundancia de centros de rehabilitación, su escasa transparencia impide probar técnicamente la fiabilidad de los casos dados de alta.

Grupos de trabajo constituidos por representantes de la policía, la Guardia Civil, Sanidad, Trabajo, Cultura, Protección de Menores y Cruz Roja han efectuado un intento de seguimiento de los distintos modelos de comunidades establecidas por toda la geografía nacional. Las informaciones que se han conseguido pecan de incompletas, pero son las únicas de que se dispone por el momento, ya que las investigaciones encuentran una dificultad añadida: la mayoría de las comunidades terapéuticas está inscrita en el Registro de Asociaciones del Ministerio del Interior y no se siente obligada a pasar revisión médica alguna.

Según los datos disponibles, estos centros responden a tres clasificaciones: los que están promovidos por ex toxicómanos, tipo El Patriarca o Narconón; los que dependen de instituciones religiosas, en particular de la Iglesia evangélica, y los centros privados. A la primera de ellas pertenece el grupo más numeroso (13 granjas y tres pisos). Es una organización fundada por el francés Lucien Engelmeyer, a quien se reprocha un excesivo paternalismo. "Es una mística, no una técnica. No desarrolla la libertad de la persona", estiman los psicólogos. "No ofrece ninguna solución fuera de El Patriarca, que se convierte en el único marco vital para los ex toxicómanos, cada vez más numerosos, por lo que se ven obligados a abrir un centro tras otro para dar acogida a las nuevas incorporaciones. A pesar de ello, se considera una fórmula que puede funcionar para cierto tipo de individuos que son incapaces de valerse por sus propios medios, y en esa medida cumplen una función social indiscutible". Este año no ha respondido a un informe solicitado por Acción Social para que explicara su fórmula de rehabilitación.

Los centros Narconón, que se inspiran en la Iglesia de la cienciología, descubierta por el norteamericano L. R. Hubbard, se han visto implicados en escándalos derivados de la gestión financiera que supone la administración por ex toxicómanos de las 450.000 pesetas por adelantado que debe entregar el neófito por los tres primeros meses de tratamiento. La terapia que aplican, sin vigilancia médica, se basa en la ingestión de vitaminas y en la toma de saunas como primera instancia.

Los centros promovidos por la Iglesia evangélica -unos 11 en total- se concentran en las costas andaluzas, donde se establecieron los pioneros del movimiento norteamericano Teen Challenge o Desafío Juvenil, una iniciativa del pastor neoyorquino David Wilkerson. A los internos de estos centros se les acoge con estas palabras de bienvenida: "Por mucho tiempo que hayas vivido siguiendo los principios de este mundo, que en vez de satisfacerte te han arrastrado siempre más abajo, sientes ahora la necesidad de cambiar tu vida y de ponerla sobre nuevas bases y principios: los del Evangelio. Si éste es tu verdadero deseo, podemos asegurarte (mediante la conversión) que te espera, con la guía del Espíritu Santo, una verdadera experiencia, rica y llena de bendiciones". Estos principios fundamentalistas resumen la orientación terapéutica que se practica en los centros dependientes del Teen Challenge, donde no se utilizan fármacos sustitutivos para aliviar el paso del mono.

Los centros denominados profesionales -unos 16- están regentados por equipos interdisciplinares dependientes de organismos públicos, asociaciones de padres o fundaciones privadas. La mayoría de ellos acusa una falta de continuidad por cansancio o por la conculcación de su reglamento. Uno de los que dependen del Ayuntamiento de Barcelona se ha visto obligado a expulsar a todos los internos y a dar el cerrojazo en tres ocasiones.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_