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Mubarak presiona para que Numeiri modere su política represiva

A Egipto le preocupa muy senamente el malestar que ha creado en Sudán la introducción de la ley coránica y la subsiguiente declaración de un estado de emergencia. El presidente sudanés, Gaafar el Numeiri, que acaba de entrevistarse con el rey Fahd de Arabia Saudí, tras visitar la Meca como peregrino, llegó precisamente ayer a Alejandría, donde permanecerá varios días. Diplomáticos occidentales acreditados en El Cairo estiman que las autoridades egipcias aprovecharán la ocasión para recomendar a su vecino del sur que adopte una actitud más conciliatoria hacia sus oponentes políticos.

Introducir la ley islámíca en un país en el que casi la tercera parte de la población de veintidós millones de habitantes es animis ta o cristiana equivalía a resucitar la guerra civil que Sudán ya padeció durante diecisiete años (1955-1972). Disgustados por el traslado al Norte de numerosos soldados originarios de regiones meridionales, descontentos por la arbitraria división administrativa del Sur del país en tres pequeñas provincias -establecida hace un año- animistas y cristianos reaccionaron ante la imposición de la sharia, a la que no están, sin embargo, teóricamente sometidos, y reanudaron las hostilidades con la ayuda del régimen prosoviético de Etiopía y, sobre todo, de Libia.En Sudán, uno de los países más pobres del mundo, con una renta per cápita de 200 dólares anuales (30.000 pesetas), con una inflación del 30% -mientras los sueldos permanecen frecuentemente bloqueados- y donde escasean productos de primera necesidad, como el pan, al tiempo que los transportes publicos tienden a desaparecer de las calles por falta de gasolina, imponer la sharia (ley coránica) y decretar a continuación el estado de emergencia permitía alcanzar tres objetivos: 1. Reprimir el des contento social. 2. Encontrar una nueva base política aliándose con los Hermanos Musulmanes cuyo jefe, Hassan Turabi, fiscal general, se ha convertido en la eminencia gris del presidente. 3 Conciliarse a los países árabes fundamentafistas del golfo Pérsico para, con su ayuda, aliviar la deuda externa de 8.000 millones de dólares contraída por el Estado sudanés, ahora al borde de la bancarrota.

En tres meses de guerra de guerrillas, el Ejército de Liberacion del Pueblo de Sudán (ELPS), dirigido por el coronel cristiano John Garangh, ha conseguido, con sus 10.000 hombres -frente a los 60.000 soldados del imán presidente-, paralizar los tres principales proyectos industríales del país: las actividades de perforación de la sociedad petrolera norteamericana Chevron, la construcción del canal de Jonglei por la Compañía Francesa de Construcciones Internacionales y el oleoducto de 1.440 k¡lómetros de largo que proyectaba la empresa italiana Sma-Progetti.

En las octavillas del ELPS, que circulan clandestinamente en Jartum, el movimiento antiislámico no reivindica la secesión del Sur y sólo se pronuncia por "el socialismo, la autonomía y la libertad de religión", así como por la renuncia de Numeiri. Si gracias, en gran parte, a la temporada de lluvias que dificulta las comunicaciones en un país cuya superficie es cinco veces superior a la de España (2,5 millones de kilómetros cuadrados) y a la generosa ayuda de Gadafi, la guerrilla está en pleno auge, es harto dudoso que logre alcanzar por sí sola su objetivo, consistente en derrocar al autoproclamado imán, a menos que consiga ganarse apoyos entre los sectores antigubernamentales del norte musulmán, ahora atemorizados.

Las reticencias de El Cairo

Un enviado especial de EL PAIS estuvo recientemente en Egipto, principal país aliado del régimen del presidente sudanés Gaafar el Numeiri, al que le une un pacto de defensa mutua, pero en cuyos círculos gubernamentales se empieza a detectar cierto malestar ante la actuación de su protegido del sur. Declaraciones de responsables egipcios, como Butros Ghali, secretario de Estado para Asuntos Exteriores, ponen de relieve que las autoridades cairotas se muestran reticentes ante la actuación folklórica y excéntrica de Numeiri.Tras denunciar las interferencias de Etiopía y Libia en los asuntos sudaneses, Ghali reconoció ante los periodistas que "existe una crisis de confianza entre el Sur y el Norte de Sudán, acentuada por el descubrinúento de petróleo en la parte meridional del país". "Nosotros, añadió, intentamos fomentar el diálogo entre los líderes del Sur y la Administración central".

"¿Cómo", se preguntaba un diplomático europeo acreditado en El Cairo, "el régimen egipcio va a aprobar la alianza entre Numeiri y los Hermanos Musulmanes sudaneses cuando, en los últimos comicios de mayo en Egipto, toda la propaganda del aparato estatal egipcio ha estado dirigida contra esa misma secta islámica, que formó una coalición electoral con el partido centroderechista Wafd?".

La aparente tolerancia de El Cairo ante la aplicación de la ley islámica (sharia) en Sudán ha incitado también a los integristas egipcios, como el jeque de la mezquita de El Azhar, a reivindicar la introducción en Egipto de las mismas reglas religiosas.

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