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El festival de ópera de Glyndebourne celebra su 50º aniversario con 'Fígaro'

Soledad Gallego-Díaz

El Festival de ópera de Glyndebourne, uno de los más sofisticados del mundo, ha cumplido 50 años. Para celebrarlo, los directores del festival han programado la misma ópera con la que se inauguró el 29 de mayo de 1934, Fígaro de Mozart. La temporada durará dos meses y, durante ese tiempo, están programadas otras cuatro óperas: Così fan tutte, de Mozart, L'incoronazione di Poppea, de Monteverdi, Arabelle, de Strauss y El sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten.

Para ir a Glyndebourne no hace falta sólo conseguir la entrada -que hay que reservar hasta con tres meses de antelación-, sino que además hay que comprar o alquilar un esmoquin o un traje largo y preparar una cesta de merienda. En el descanso, los espectadores recogen su picnic y se van al lado del río. Los más tradicionales sacan un mantel blanco, botellas de champaña con copas de cristal fino y sandwiches de pepino y esperan sentados en la hierba a que se anuncie el inicio del tercer acto. Los recién llegados preferirán, tal vez, esperar en el bar del teatro.Siempre se ha acusado a Glyndebourne de snob, sofisticado y exclusivista, y a su ópera para un grupo de amigos de la buena sociedad inglesa amantes de las tradiciones del país y dispuestos a pagar hasta 10.000 pesetas por la entrada. La acusación es cierta, pero no podía ser menos si se tiene en cuenta que el festival y el teatro son obra y propiedad de una familia.

John Christie, un terrateniente inglés amante de la música, tuvo la idea de construir en sus dominios, a pocos kilómetros de la playa de Brighton, su propio teatro de ópera y contratar algunos cantantes que ofrecieran representaciones para él, su familia y sus amigos. Christie era, dicen sus contemporáneos, "algo excéntrico", que es lo más que un inglés de colegio privado se atreve a decir de otro inglés también de colegio privado. Pero a su excentricidad se unió la de su esposa, Audrey Mildmay que era una cantante profesional. El resultado fue un festival único, algo disparatado, pero de gran calidad, que ha quedado unido para siempre a la música de Mozart.

Christie levantó, cerca de su residencia estilo Tudor y en medio de sus jardines, un teatro con capacidad para 300 personas, con un foso de orquesta de razonables proporciones y un escenario mas grande que el de Covent Garden o el de la Scala de Milán. Pidió, a Fritz Busch, de Dresde, que dirigiera la parte musical, y a Carl Ebert, de Berlín, que actuara como asesor artístico. Ambos eran amigos de su mujer y se encontraban en un momento delicado: Hitler acababa de llegar al poder. Así que abandonaron Alemania y se instalaron en el Reino Unido. A ellos debe Glyndebourne, tanto como a Christie, su éxito.

Fama de 'snob'

John Christie murió en 1962. Su esposa, casi 10 años antes. El teatro, lacado al estilo Tudor, y el propio festival pasaron como herencia a su hijo George, que es ahora el responsable de Glyndebourne. George Christie es "un mal violinista qué ama la música", según se define él mismo, y desea mantener vivo el festival. Desde que se creó, en torno a su teatro de ópera ha nacido un notable coro y otra serie de actividades musicales que dan vida cultural a la región. "Lo lógico sería que el Arts Council (organismo encargado de la promoción de las artes en el Reino Unido) subvencionara el festival", afirma Christie. Sin embargo, su carácter tan selectivo y su fama de snob hacen que las autoridades culturales se queden al margen.El festival se sufraga con el precio de las entradas (el teatro fue modificado y cuenta ahora con 800 localidades) y con la ayuda de un grupo de benefactores. La temporada se abre el 29 de mayo y dura hasta el 17 de agosto. Dos meses y medio en los que se representan habitualmente cinco óperas distintas. En esta ocasión serán Fígaro y Così fan tutte, de Mozart; L'incoronazione di Poppea, de Monteverdi; Arabella, de Strauss, y una reposición del Sueño de una noche de verano, de Benjamín Britten. El nuevo director musical del festival, Bernard Haitink, intenta incorporar a nuevos compositores británicos: Oliver Knussen ha recibido el encargo de una ópera de un acto basado en un libro de Maurice Sandak y hay contactos con otros músicos con encargos parecidos.

"No tendría sentido cambiar el espíritu de Glyndebourne. Es un buen festival de ópera, desde el punto de vista musical, con características propias -se defiende Christie-, lo que sucede es que mucha gente se fija en el picnic y olvida la calidad de la música y de las producciones".

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