Lo imprevisible del elemento humano
Al preguntarse sobre el futuro de la tauromaquia, Javier Echevarría recordaba hace unos días en EL PAÍS estas palabras de Pepe Luis Vázquez: "Nunca morirá; cualquier día, en algún pueblo perdido, surgirá algún chaval diciéndose a sí mismo: pero ¿dónde aprendí yo esto?". La esperanza de Pepe Luis me parece incontrovertible aplicada a la tauromaquia, al juego taurino; pero ¿es válida para la fiesta, para la corrida de toros actual?En España, donde no hubo verdadera revolución burguesa, sí se produjo la del paso del toreo aristocrático, a caballo, al toreo popular, a pie. Esta profunda transformación, que es sustancial a la corrida de toros moderna, no fue acompañada de cambios revolucionarios en la estructura social y económica. Es más, el toreo a pie se consolidó, se perfeccionó y alcanzó elevadas cimas artísticas en parte, posiblemente, gracias al relativo inmovilismo de esa estructura y a la persistencia de una sociedad predominantemente agraria con la propiedad de la tierra concentrada en pocas manos.
Procedencias del torero
Desde Pedro Romero hasta casi nuestros días, el lidiador o torero en sentido amplio ha procedido por lo general de tres sectores marginales, e incluso marginados: el obrero del campo -peón, vaquero, mayoral- que pasa su vida junto al toro y ve en esta poderosa criatura doméstica, familiar, la única vía del cambio individual posible para él, y que se resume en el triunfo de poder llegar a comprar la tierra regada con su sudor; la gente del bronce, muy extendida después de la invasión francesa, que a través de bandoleros, tratantes, chalanes y flamencos se prolonga hasta el actual taurinismo, conectado también con la vieja picaresca y regido por las reglas peculiares de su propia organización, casi mafiosa; por último, el gitano, un elemento singular aun cuando casi siempre subsumido dentro de los dos sectores antedichos, pero con voluntad especial de hallar en el toro los medios para mantener su estilo de vivir y atravesar lo mejor que se pueda este valle de lágrimas. Hay todavía una cuarta procedencia, autogenerada por la fiesta: los toreros de familia, los toreros de escuela, que en algunos casos han significado la culminación de un proceso refinadamente selectivo, pero que hasta el presente se ha agotado en la tercera o, a lo sumo, la cuarta generación.
Más desde la Estabilización Económica de 1958 y los posteriores Planes de Desarrollo se ha producido en el campo un cambio cualitativo importante para la actual corrida de toros y su problemático futuro. Por vía de la emigración a la ciudad o al extranjero, por vía del paso masivo de mano de obra a los sectores secundario y terciario, el campo ha perdido en muchos casos a los mejores, a las inteligencias más ágiles, más intuitivas, a sus hombres dotados de lo que llamamos inteligencia natural. Así, no ha disminuido el número de lidiadores, pues la población total aumenta en términos cuantitativos y el espectáculo de la fiesta dispone de público para mantenerse todavía muchos años; pero la procedencia del torero va limitándose cada vez más al taurinismo y al peonaje agrícola seleccionado a la inversa.
Hay notable coincidencia entre los aficionados a la fiesta en que los toreros nuevos son cada vez más vulgares, más impersonales, más monótonos, con una técnica de lidia empobrecida e insuficiente. Y una de las explicaciones -hay otras, claro- es que son menos inteligentes, que entre ellos apenas hay cabezas con el sentido intuitivo del toreo, esa agudeza natural del chaval que sueña Pepe Luis Vázquez: .¿Dónde aprendí yo esto?".
Para mí, el problema crucial de la corrida de toros actual, de su justificación o de su rechazo, no puede plantearse desde fuera de la fiesta, por supuesto con respeto por mi parte de toda opinión razonada en contrario. Es más, en la hipótesis bárbara de una abolición de los toros impuesta, la fiesta, en cuanto parte constitutiva de la tauromaquia, hallaría la fuerza interior necesaria para subsistir y hasta para renacer, y no sólo por aquello del atractivo de lo prohibido.
Retroceso de la fiesta
La corrida de toros moderna morirá alguna vez de su propio agotamiento, si bien en un marco estructural que, como ya ha empezado a suceder, sea negativo para la selección del elemento bruto, el toro progresivamente descastado, y para la selección del elemento humano, el torero sin la luz de la inteligencia.
En conclusión, la incógnita que deben despejar los próximos 20 años es si la corrida de toros a pie, la fiesta, es un espectáculo dependiente de una determinada organización agraria, o sí puede aún subsistir en la sociedad posindustrial e informatizada que está ya a la vuelta de la esquina. Por el momento, dentro de España resulta evidente el lento pero constante retroceso de la fiesta en Galicia, en el País Vasco, en Cataluña y en otras regiones, con repliegue en tomo al santuario andaluz. Pero quizá produzca todavía sorpresas lo que siempre hay de imprevisible en el elemento humano que habita la, por alguna razón profunda, llamadapiel de toro.
Ángel-Fernando Mayo es miembro numerario de la peña Los de José y Juan.
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