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Elecciones al Parlamento Europeo/ Reino Unido

Una prueba para la política interna del Gobierno conservador de Thatcher

Soledad Gallego-Díaz

El Reino Unido es uno de los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) en el que las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, que se celebran el martes 14 de junio, tendrá una mayor repercusión interna Los dos grandes partidos en liza, el conservador, en el poder, y el laborista, en la oposición, han coincidido en presentar las elecciones como una prueba para la política interna de Margaret Thatcher.

La primera ministra confía en que los laboristas no hayan podido todavía sobreponerse al estruendoso fracaso de junio de 1983, que la confirmó a ella en el poder por otros cuatro años, y la oposición espera que los votantes de la clase media se encuentren ya más escarmentados de la férrea política económica del Gobierno.Ni unos ni otros se molestan mucho en explicar qué es y para qué sirve el Parlamento Europeo. Margaret Thatcher, porque no tiene el menor deseo de profundizar su pelea con la Comunidad, y los laboristas, porque siempre han sufrido crisis de esquizofrenia cuando hablan de la CEE: por un lado aseguran que el Reino Unido debe abandonar el Mercado Común y, por otro, piden a sus seguidores que acudan a las urnas para llevarles a uno de los organismos de la Comunidad.

El Reino Unido es, sin duda, el país más incómodo y polémico de la CEE. Desde su ingreso, en 1970, tras una larga espera motivada por el veto del general De Gaulle, el Reino Unido ha sido el hermano díscolo y respondón que aplica las reglas' al pie de la letra y que se mantiene en sus trece digan lo que digan sus compañeros.

La situación no ha mejorado desde las anteriores elecciones al Parlamento Europeo. En 1980 Margaret Thatcher dijo su famosa frase: "Quiero mi dinero de vuelta", y desde entonces todo han sido cumbres, reuniones y debates dedicados al problema de la contribución británica al presupuesto comunitario.

Acostumbrados a leer en la Prensa que la Comunidad está paralizada por culpa de Thatcher, los europeos comienzan a odiar a su nuevo colega. Según un reciente sondeo elaborado por encargo de la Comisión Europea, uno de cada cuatro ciudadanos de la CEE querría que el Reino Unido abandonara la Comunidad. Curiosamente, son los mismos-ingleses los que se van sintiendo más a gusto en su papel europeo: en ese mismo sondeo sólo un 12% quería salir del Mercado Común.

Oportunidad laborista

Las elecciones del 14 de junio no van a centrarse, sin embargo, en el europeismo británico. La campaña se ha planteado ya a cara de perro no sobre problemas comunitarios, sino sobre cuestiones de política interna. Los comicios europeos son los primeros desde la

elecciones de junio de 1983, y los laboristas presienten que es una gran oportunidad para demostrar a los conservadores y a Margaret Thatcher que el país que tan masivarnente la votó no está hoy día satisfecho con su política. Lo

conservadores están convencidos de que volverán a triunfar -y así lo predicen los sondeos-, pero es muy posible que pierdan varios de los 60 escaños que ahora poseen en Estrasburgo, frente a los 17 de los laboristas y uno, marginal, de los nacionalistas escoceses, además de los tres diputados repre sentantes de Irlanda del Norte.

La oposición laborista tiene en esta ocasión dos tantos a su favor: en estas elecciones no se habla tanto de problemas nucleares o de defensa, y su nuevo líder, el joven Neil Kinnock, ha logrado en pocos meses ofrecer una imagen de partido unido de la que no disfrutaban los socialistas británicos desde hacía años.

Stgún los análisis de los expertos, las elecciones se decidirán en 12 ciudades de Inglaterra y muy especialmente en la zona de Midlands y del noroeste, donde los sondeos muestran que los escaños pueden ir a parar a un partido o a otro por pequeñas diferencias.

Los conservadores tendrán que tener en cuenta también en esta ocasión que hay un nuevo partido en liza, la alianza socialdemócrata-liberal, que no existía en 1979 y que fue capaz en las pasadas elecciones generales de reunir un buen número de votos, aunque no se tradujeran en escaños dado el particular sistema electoral británico. La alianza presenta el programa más europeista de la campaña y es el blanco de los ataques de todo el mundo, por querer una Europa más fuerte.

Uno de los escaños más interesantes desde el punto de vista de la política interna será el de Manchester, que fue ganado por los conservadores, por una pequeña mayoría, en 1979. En esta ocasión los laboristas presentan como candidata a Barbara Castle, que es probablemente la parlamentaria inglesa más conocida y activa en Estrasburgo.

El principal problema de los conservadores va a ser convencer a sus votantes para que acudan a las urnas. En 1979 sólo votó el 32,1% del electorado, el porcentaje más bajo de toda la CEE. Thatcher necesita un buen triunfo, no sólo porque reforzaría su posición en las negociaciones inmediatamente posteriores con los diez sobre el presupuesto británico, sino porque su estrella parece brillar con menos fuerza en los últimos 10 meses en su propio país.La fuerte posición británica en la CEE no ha reportado por el momento ningún triunfo espectacular y Thatcher puede hacer frente, tras las elecciones, a una grave crisis: si no hay acuerdo en la cumbre de Fontainebleau se van a oír muchas voces en el Reino Unido pidiéndole que retenga los pagos corrientes a la Comunidad, lo que colocaría a Londres en una posición de ilegalidad dentro de la CEE y le granjearía aún mayor encono de sus colegas.fuerte colocaría a la primera ministra británica en una posición débil en la CEE, sobre todo ante la ofensiva francesa para fortalecer Europa. Margaret Thatcher, como muchos conservadores, defiende la permanencia del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea, pero siempre y cuando no se aprieten mucho las tuercas. En cuanto oye hablar de reforzar la unión europea, de voto mayoritario de políticas comunes en te mas como defensa, pega un respingo y se refugia a este lado del canal. Thatcher quiere tener una voz fuerte en Europa para solucionar sus problemas y también para evitar pasos que a su juico son apresurados.

El caso del Uster

Para completar el quebradero de cabeza para Margaret Thatcher, las elecciones europeas van a tener una significación muy especial en Irlanda del Norte. El Ulster elegirá a tres representantes. Hasta ahora, los parlamentarios norirlandeses pertenecían a los Unionistas Protestantes (dos) y al Partido Moderado Socialdemócrata (católico). Pero el 14 de junio puede producirse la Sorpresa y Londres puede contemplar cómo resulta elegido un representante del Sinn Feinn, rama política del IRA, que ya obtuvo un escaño en las elecciones generales de 1983. El Sinn Feinn mantiene la política de silla vacía, negándose a ocupar sus escaños en el Parlamento local y en Westminster, pero puede considerar en algún momento que Estrasburgo es una buena caja de resonancias para sus reivindicaciones nacionalistas.

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