El virtuosismo creador de Marta Argerich
Con la actuación de la Radio Symphony Orchestra (RSO), de Berlín Occidental, dirigida por Riccardo Chailly, y la participación de la pianista Marta Argerich, ha terminado el IV Festival de Primavera de Ibermúsica (patrocinado por el grupo Banco Hispano Americano). El éxito de la mítica concertista argentina y el de la orquesta berlinesa, tanto en Ravel como en Bruckner, fue, no grande, clamoroso.Si Marta Argerich (Buenos Aires, 1941) es, desde hace tiempo, nombre con leyenda, ganada a través de una calidad musical y un virtuosismo creacionista verdaderamente ejemplares, sus versiones del Concierto en sol, de Mauricio Ravel, o del tercero de Prokofiev se alzan, desde el comienzo de su carrera, como consecuciones admirables y fuera de serie: no se puede combinar la más estricta musicalidad, el concepto más exigente, el virtuosismo convertido en sustancia musical, con una visión original, llena de nuevos perfiles, en la medida que lo consigue Marta Argerich en Ravel, bien se trate del vertiginoso presto final, bien de ahondar en una poética tan largamente intelectual y expresiva como la del adagio assai. La colaboración de Chailly y la RSO fue ceñida en la simultaneidad general, pero no llegó a nivelarse con el trabajo de la pianista.
Orquesta Radio Sinfónica de Berlín
Director: Riccardo Chailly. Pianista: Marta Argerich. Obras de Ravel y Bruckner. Teatro Real, Madrid, 31 de mayo.
De Fricsay a Chailly
Procedente de la antigua orquesta de la RIAS (la radio aliada en la antigua capital alemana), tuvo como director a Ferenc Fricsay desde 1948 a 1954 y desde 1959 a 1963. Desde 1956, a la vista de las necesidades de la SFB (la Radio Libre de Berlín) y del interés de los componentes, la orquesta de la RIAS se convierte en ORS, sobre la base de un contrato de actuaciones en las dos grandes emisoras berlinesas. Con Fricsay, la RSO alcanzó niveles máximos de calidad, y si los berlineses preferían guardar en su santuario, como algo aparte, a la Filarmónica, la RSO les servía, en cambio, una versatilidad de repertorio muy superior.Al morir Fricsay, le sucede Lorin Maazel, cuya labor, a lo largo de 11 años, sigue las líneas establecidas. Desde hace un par de años ha tomado en sus manos el destino de la RSO el italiano Riccardo Chailly (Milán, 1953), hijo del compositor Luciano Chailly, formado en su país, principalmente con el maestro de tantos: Franco Ferrara. Chailly es hombre muy ligado a la ópera desde Jover, y pronto asciende a la Scala, como asistente de Claudio Abbado. A estas alturas, su prestigio en este campo quizá sigue dominando el logrado en el terreno sinfónico, y, en todo caso, a la vista de su versión de la Séptima sinfonía de Bruckner, me parece claro que estamos ante un conductor de pensamiento dramático.
No viene mal a una partitura tan hermosa y compleja de contenido como la Séptima (tan deudora de Wagner, espontánea y voluntariamente) la concepción dramático-teatral de Chailly, capaz de sacar al célebre adagio chispas de tensión verista. El conjunto berlinés se mostró vivo, patente, ágil y, en ocasiones, con cierta acritud sonora en los metales agudos. No creo que la RSO esté como en sus mejores momentos (el final de la etapa Fricsay y comienzo de la Maazel), pero se trata de un excelente organismo sinfónico, capaz de abordar con éxito cualquier tipo de repertorio.
Babelia
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