OTAN, sí o no
Que la sutileza es lo propio del arte de la diplomacia no es ninguna revelación. Que la política exterior y estratégica de un Estado independiente es compleja y no puede debatirse de forma primaria tampoco es ninguna novedad. Para esto están hechos los foros de personas representativas e iniciadas. Por eso mismo, las grandes cuestiones nacionales suelen defiberarse y decidirse en el seno de las asambleas elegidas especialmente para cometidos de este rango.El Parlamento decidió en su momento -el de la mayoría centrista- ingresar en la OTAN, y lo lógico hubiera sido, en caso de disconformidad al sobrevenir el cambio de mayoría, que el rechazo se hubiera manifestado por esa misma vía. Pero incomprensiblemente, en un gesto inmaduro y demagógico, el Partido Socialista Obrero Español prefirió prometer la vía del referéndum popular. Hipoteca que está pesando en toda la gestión diplomática -en forma de ambigüedades y contradicciones permanentes- hasta el punto de rozar el ridículo.
Ésta es la sensación, cuando menos, que produce la presencia de España en la,reunión atlantista de Washington. Con nuestros expertos participando en la elaboración de un comunicado oficial que, a la postre, no rubricará nuestro ministro de Asuntos Exteriores. No extrañe luego que ante tan insólito espectáculo el propio señor Luns manifieste su perplejidad. Pues, como sucede entre nosotros mismos, en la misma OTAN acaban por preguntarse qué hace allí un país -aliado de Estados Unidos desde hace más de 30 añosque a la hora de ratificar documentos solidarios, propios de la alianza defensiva de los países occidentales, se queda en la antesala.
Esta situación, que obliga en cada momento a pasar la maroma, se está haciendo insostenible porque supone una grave pérdida de credibilidad ante las instancias internacionales ( ... ). , 1 de junio
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