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El alto el fuego del principal grupo guerrillero, avance en la pacificación de Colombia

Antonio Caño

El próximo lunes, 28 de mayo, el principal grupo guerrillero de Colombia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), iniciará un alto el fuego, que supone un paso trascendental para la pacificación del país. Es un paso dado gracias al esfuerzo personal del presidente Belisario Betancur frente a la oposición de las fuerzas armadas, de los principales grupos económicos y de las demás organizaciones guerrilleras. El acuerdo de paz alcanzado con las FARC, después de casi año y medio de negociaciones, tiene por delante, tras el alto el fuego, un largo período de un año en el que deberán cumplirse mediante la aprobación de un programa legislativo pactado entre los dos grandes partidos tradicionales, las promesas de reformas sociales y políticas hechas por Betancur. Los 9.000 integrantes de las FARC no han entregado sus armas; simplemente, las van a silenciar, y cualquier paso atrás en los próximos meses daría al traste con el alto el fuego.

ENVIADO ESPECIAL Algunos miembros de la comisión de paz que ha negociado el acuerdo de alto el fuego con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) temen que las propuestas de éstas para elaborar el programa legislativo al que se ha comprometido el gobierno de Belisario Betancur sean irrealizables. "Los guerrilleros deben de entender que la revolución no se puede hacer negociando", advierte Vázquez Carrizosa, miembro de la comisión y ex ministro de Asuntos Exteriores.

Hay, sin embargo, exigencias de los guerrilleros que son también demandas de la población colombiana, compartidas por Betancur, como la reforma agraria. "El presidente comprende que si no hay reforma agraria todo lo demás es accesorio. Si la reforma agraria es cosmética, no habrá paz; si es efectiva, la violencia se acabará al 60%", afirma Vázquez Carrizosa.

La reforma agraria, en un país esencialmente dedicado a la agricultura y la ganadería, ha sido el caballo de batalla de los últimos presidentes colombianos. Todos los intentos han chocado con las poderosísimas organizaciones de terratenientes. Los grandes propietarios agrícolas, sometidos a secuestros e impuestos revolucionarios, no van a ser, desde luego, aliados del presidente Betancur en su política de paz.

De cualquier modo, la dramática situación de las zonas rurales colombianas, donde cientos de miles de campesinos pasan hambre o se encuentran en situación de pobreza, obliga a tomar decisiones urgentes en este terreno.

Betancur tampoco tendrá un terreno propicio para aprobar sus reformas legislativas en un Parlamento donde la mitad de los diputados pertenecen al opositor partido liberal y la otra mitad, los diputados de su propio partido conservador, están pensando ya en el posbelisarismo y discrepan el cariz populista que Betancur ha dado a su Gobierno.

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Desconfianza militar

Frente al acuerdo de paz están también las fuerzas armadas, que formalmente aceptan el acuerdo pero que no confían en que esta fórmula sea la adecuada para detener la actividad guerrillera. Los militares colombianos, aunque muchos de ellos sean de formación constitucionalista, difícilmente van a aceptar, después de 30 años luchando contra los grupos guerrilleros, con muchos miles de muertos, convivir pacíficamente con los alzados en armas.El ministro de Defensa en funciones, general Miguel Vega Uribe, que sustituye al general Gustavo Matamoros, quien está siendo tratado en Estados Unidos de un cáncer de hígado, aseguró categóricamente hace pocos días que "el Ejército es el principal interesado en la paz". Un oficial de alta graduación se quejaba, sin embargo, de la política de paz de Betancur y manifestaba: "¿A qué está esperando el Gobierno para atacar a los guerrilleros, a que maten al ministro de Defensa?".

Betancur va a encontrar dificultades para garantizar la seguridad personal de los guerrilleros que el próximo día 28 abandonen las armas. El acuerdo incluye la creación de comisiones de control del alto el fuego que tendrán la misión de investigar los incidentes que se produzcan. No obstante, la opinión pública colombiana teme que cualquier pequeño incidente durante la tregua se convierta en una bola de nieve que acabe con el acuerdo de paz.

A esta preocupación contribuyó la declaración de estado de sitio en todo el país el pasado día 1 de mayo, tras el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Boilla, por grupos de la mafia de la cocaína. Aunque el presidente Betancur ha dado instrucciones de que éI estado de sitio sea utilizado para combatir el narcotráfico, lo cierto es que en los últimos 15 días el número de enfrentamientos y de bajas entre los rebeldes y el Ejército ha aumentado considerablemente.

Belisario Betancur prometió a su llegada al poder en 1982 que gobernaría sin estado de sitio y lo ha cumplido hasta que las presiones militares por el asesinato del ministro de Justicia, que supone un auténtico desafío al Estado, le obligaron a ceder.

La otra guerrilla

Otro obstáculo para la pacificación del país es la imposibilidad de haber llegado hasta el momento a un acuerdo con las demás fuerzas guerrilleras que, aun siendo memores, pueden provocar un clima de desestabilización que haga imposible mantener el alto el fuego.Betancur y la comisión de paz creada y dirigida por él han intensificado los esfuerzos para llegar a un acuerdo con el M- 19 y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), ambos muy disminuidos en los últimos meses por la acción del Ejército y por sus propias divisiones internas. Los dos grupos, sin embargo, han multiplicado su actividad, en un intento, al parecer, de llamar la atención desesperadamente para que la comisión de paz se acuerde de ellos y se pueda negociar en las mismas condiciones que con las FARC.

El M-19 es hoy, según la misma fuente, "un grupo en clara descomposición. Apenas quedan 500 hombres dispersos, sin dirección y acorralados por el Ejército". De los 120 hombres que, al mando del comandante Boris, tomaron hace unos meses la ciudad de Florencia, apenas quedan más de 35, cercados en las montañas.

El M-19 exige entre otras cosas, para sumarse al acuerdo de paz con el Gobierno "una apertura democrática" para que se abra el camino a fuerzas políticas distintas de los dos partidos tradicionales, la nacionalización de la banca y el alza general de salarios.

"Este programa no es sólo compartido por Betancur, sino por todos los colombianos, pero para eso este país tendría que ser Suiza", afirmaba un comentarista local.

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