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El subempleo, azote de la profesión

Muchas 'cenicientas' y pocos príncipes

Nieves Fernández, psicóloga y psicoanalista en ciernes, sabe que la llegada del verano le proporciona, al fin, un trabajo remunerado que Freud y Lacan no habían previsto: camarera-limpiadora en una residencia de ancianos. Tan sólo unas semanas de suplencia mientras la genuina camarera descansa de su rutinario trabajo anual, indiferente a que su sustituta sea licenciada en Psicología por la Universidad de Somosaguas, amante de la simbología de Jüng y de los poderes del diván. Pero Nieves Fernández no quiere dramatizar "el hecho de tener que fregar, sino el no poder acceder a una formación que note ha dado la Universidad y que necesitas completar".La formación es cara y la comida un gasto ineludible. Por eso, no hay más presente que fregar, palabra que ella, con intuición lacanianal se esfuerza en desmitificar. Entre tanto, colabora en un gabinete de preparación al parto sin dolor, sin cobrar un duro, "féliz de poder aprender". "Porque lo aberrante", sigue Fernández, "es salir de la Universidad en pañales y no poder seguir preparándote. Un psicólogo no es un mago, necesita alimentarse para poder enfrentarse realmente a un caso". Pero sentarse ella misma en el diván, paso previo para hacerse analista, es hoy un lujo californiano. La única espita abierta es aprovechar sus suplencias de camarera, como hacen otras colegas, para entrar en la residencia de ancianos, y sobir después a un puesto más acorde con sus conocimientos; lo que significa embarcarse en un camino de continuo subempleo hasta dar con el trabajo deseado.

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Lo suyo, en el fondo, no es tan melodramático. Un compañero de promoción trabaja de mozo de recados en un organismo público por las mañanas y por la tarde hace investigación. Otro es jardinero durante media jornada y atiende diversas terapias en su casa. Otros son funcionarios y oficinistas semiexplotados durante unas horas y a la vez prestigiosos especialistas que atienden un gabinete 6 una guardería. Una doble vida que afecta al menos al 16%, de los titulados, sometidos a un régimen de subempleo más o menos cruel. Otro procentaje similar, alrededor del 17% , han abandonado las ilusiones ya y han cambiado de profesión: carteros, cajeros de cafetería, guardias municipales, empleados de bingo, modelos, o vendedores de patitos en el Rastro.

Más psicólogos que en Estados Unidos

"Yo es que había fantaseado mucho sobre las expectativas profesionales", reconoce Nieves Fernández. Fantasías que han compartido los al menos 20.000 psicólogos que desde 1971 -fecha en que salió la primera promoción universitaria, aunque, ya había 2.500 diplomados en Psicología procedentes de la Escuela de Psicología- buscaron en la facultad de Psicología soluciones maravillosas a los mitos de Edipo, Electra, la Esfinge, Antígona y demás arquetipos clásicos. "Fue la carrera de moda de los setenta, la heredera del mayo francés", explica Aldolfo Hernández, secretario del Colegio Oficial de Psicólogos. Eran unos años en los que toda nueva teoría tenía derecho a realizarse, en los que la liberación personal y la lucha antifranquista iban juntas y en los que Freud, Marcuse y Fromm. parecían tener todas las recetas para ser felices. Reich lo había sintetizado bien: "Es imposible la liberación sexual en un contexto de explotación de clases". Hermosas frases que contribuyeron a que en sólo 12 años España cuente con más psicólogos por habitante que Estados Unidos (hay 528 titulados por un millón de ciudadanos, mientras que en EE UU sólo hay 446). Y a que el 80% de los mismos iniciara la carrera "para conocerse mejor a sí mismos y a los demás", según ha recogido en su tesina la psicóloga Lourdes Isasa. Un boom socrático, junto a unas aspiraciones profesionales que no se han cumplido: sólo el 48% de los psicólogos titulados ejerce su profesión como actividad principal, aunque sólo el 30% en buenas condiciones. El índice de paro absoluto lo sufre un 16%. Con dos notas agravantes: el 59% de los titulados son mujeres y el 64% menores de 30 años.

Los deseos de contribuir a la salud mental de una sociedad como la española, que parecía acercarse a la sofisticación en los años setenta, han terminado con la crisis económica. En el campo de la clínica, la ausencia de psicólogos es palpable, "aunque la ley Básica de Sanidad puede ser un buen cauce". La psicología comunitaria es inexistente "y, sin embargo, es fundamental la labor del psicólogo en colectivos de parados o en residencias de ancianos", asegura la psicóloga E. Fuertes.

El caso de E. Fuertes es rocambolesco. Es funcionaria del Instituto Nacional de Empleo (INEM), y la carrera de Psicología, que hizo después de ingresar, no le ha servido para promocionarse. SigueMuchas 'cenicientas' y pocos príncipes

siendo auxiliar administrativa, con un sueldo alrededor de las 57. 000 pesetas, mientras que un titulado superior del mismo organismo supera las 100.000 pesetas. Al mismo tiempo, Fuertes trabaja en un gabinete en Alcobendas -un barrio en el que pretender hacer negocio es frívolo-, realiza investigaciones sobre ancianos y hace psicomotricidad en una guardería. Pero Ana Gii tampoco ha tenido mejor suerte: un cursillo de logopedia -y no el título de psicóloga- le ha permitido encontrar trabajo en un colegio de educación especial. Pero como logopeda, es decir, con un sueldo inferior en 20.000 al del psicólogo del centro. El peldaño más ínfimo de este naufragio colectivo de sueños lo ocupa gente como Mari Carmen Martín, que lleva tres años cuidando niños, pero sin abandonar la búsqueda de trabajo como psicóloga, "porque si me apoltrono en otro trabajo, sé que renunciaré". Pedro LI., por el contrario, ha optado por pasar de frustraciones y de presiones familiares y se encuentra cómodo de cajero en la cafetería de Barajas.

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